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miércoles, 6 de enero de 2010

1937-El ángel del hogar - Max Ernst


Cuadro pintado tras la finalización de la Guerra Civil española, el “ángel del hogar” de Ernst es un monstruo apocalíptico desbordante de energía destructiva, un ángel de la muerte que, como un King Kong, siembra el pánico y también el terror.

Ernst nació en 1891 en Brühl, cerca de Colonia, y como pintor era un completo “degenerado”; por lo menos, así es como lo describían los propagandistas del Tercer Reich. En 1921 se trasladó a París, donde se dedicó a la escultura, el grabado y el cine, además de la pintura. Allí participó en el movimiento dadaísta, de corta vida (1906-1922), una reacción anarquista al idealismo de las vanguardias y al horror de la guerra, que declaraba que la catástrofe de la Primera Guerra Mundial había vaciado de sentido todos los valores, la moral y la estética.

Más tarde, en 1924, Ernst se convirtió en miembro del movimiento surrealista que siguió al dadaísmo y se le considera uno de sus miembros más innovadores. Los surrealistas seguían pregonando la importancia del azar en su trabajo, igual que los dadaístas, pero le añadían más control y teorías tomadas del psicoanálisis, haciendo hincapié en el subconsciente, la exploración de la mente en el ámbito de la pintura y la importancia de la imaginería de los sueños.

Los artistas surrealistas subvertían el orden racional de la mente consciente al representar ideas y temas extraídos del subconsciente. Los estilos de sus seguidores (André Breton, Giorgio de Chirico, Joan Miró, Salvador Dalí, Man Ray o René Magritte entre otros) eran muy diferentes, pero en todos ellos se daba una fuerte combinación de elementos racionales e irracionales. Las formas humanas se metamorfoseaban en otros objetos, las figuras podían no tener cabeza y las extremidades podían estar flotando. Con “El ángel del hogar”, Max Ernst recogía elementos de las pesadillas y los terrores de la mente y el espíritu.

En 1937, el año en que pintó este cuadro, Ernst se enteró de que los nazis habían confiscado sus primeras obras, que había dejado en Alemania, y que pronto serían destruidas dentro de la campaña nacionalsocialista cuyo objetivo era “purificar” el arte alemán. Podemos suponer, pues, que cuando pintó el cuadro, la Guerra Civil española no era lo único que le preocupaba. Al empezar la Segunda Guerra Mundial, los franceses internaron a Ernst en Aix-en-Provence, en tanto que “extranjero enemigo”, pero sus amigos intercedieron en su favor. Fue liberado y le ordenaron que abandonara Francia. Marchó a Estados Unidos con la ayuda de la experta en arte Peggy Guggenheim, con quien posteriormente se casó.

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