span.fullpost {display:none;} span.fullpost {display:inline;} saber si ocupa lugar: noviembre 2011

miércoles, 30 de noviembre de 2011

Fantasmas y Apariciones (1)

Todos hemos temido de niños a los fantasmas, que imaginábamos envueltos en sábanas y con frecuencia arrastrando cadenas cual condenados. Pero para mucha gente no tan joven son motivo de preocupación y objeto de estudio. Se han vertido ríos de tinta para escribir, como fruto de investigaciones o como mero ejercicio literario, miles de páginas sobre unos entes no del todo conocidos y que deben encuadrarse quizá más dentro del ámbito de la cultura, de la mitología e incluso de la religión, que del de la ciencia.

Mientras algunos creen que los fantasmas son manifestaciones visibles de los muertos, que se pasean por nuestro mundo en busca de venganza, para advertirnos de algo o por mera diversión, otros opinan que son meras alucinaciones de sus observadores, dignas de ser estudiadas por psiquiatras. Otras explicaciones pasarían por suponer que los fantasmas son manifestaciones de carácter parapsicológico, tales como proyecciones mentales generadas consciente o inconscientemente.

Lo cierto es que los fantasmas y las apariciones de espíritus son tan antiguos como la propia civilización y se manifiestan de una forma u otra en todas las culturas. La mayoría de las veces suelen tener forma humana, pero también se cuentan leyendas de apariciones de animales y objetos fantasmales, como perros, gigantes asesinos o barcos hundidos que resurgen del fondo marino. Esto, contrariamente a lo que puede parecer en principio, no es una prueba de su autenticidad material, sino que más bien apunta a una causa muy simple y universal: la propia imaginación de los seres humanos.

Casi todas las creencias religiosas, desde el animismo a las grandes confesiones monoteístas, plantean el dualismo entre cuerpo y alma. El alma o espíritu es, según estas creencias, un ente inmaterial y eterno, que encierra toda la esencia de una persona, de la que su cuerpo no sería más que una envoltura terrenal prescindible. En el momento de la muerte, cuerpo y espíritu, que han estado unidos hasta ese momento, se separan. Mientras el cuerpo se descompone y desaparece, el alma pervive eternamente. Según algunos, las almas pueden reencarnarse en otros cuerpos, a fin de seguir evolucionando en un proceso espiritual de continuo perfeccionamiento. Para otros, viajan a un estado o lugar de eterno gozo o castigo, según haya sido su comportamiento en vida, o permanecen vagando por la tierra como “almas en pena”.

Ya desde antiguo, en todas las culturas se ha rendido culto a los muertos, bien sea por el natural
temor a lo desconocido –y el más allá lo seguirá siendo mientras no logremos ir allí y volver-, bien porque se supone que los espíritus de los fallecidos, al estar en contacto y presencia de las divinidades, tienen un conocimiento y un poder que nos es negado a los vivos. Pero, por lo general, este contacto ha estado siempre rodeado de una aureola de misterio y temor. Los fantasmas, como materialización de los espíritus, siempre han infundido miedo. Sin duda, este hecho ha sido utilizado también en muchas culturas como elemento de poder. Los gurúes, los brujos y chamanes tienen la posibilidad de contactar con los espíritus y así acceder a los saberes prohibidos. Son sólo ellos quienes tienen la respuesta a los interrogantes y los problemas de su pueblo y, en consecuencia, son quienes de hecho tienen el poder.

Los relatos de apariciones de espíritus y fantasmas son innumerables y, aunque similares en el fondo, adoptan multitud de formas distintas. Algunos de ellos forman parte ya de los mitos de determinadas regiones, o son auténticas leyendas urbanas transmitidas de país en país. Tal es el caso de la historia que relata cómo un hombre viajaba en su vehículo de noche por una carretera llena de curvas, cuando vio a una joven haciendo auto-stop. El conductor, amablemente, se detuvo, recogió a la joven y prosiguió su viaje sin apenas mediar palabra. Unos kilómetros más adelante, la joven comentó: “Tenga cuidado en esa curva. Es muy peligrosa. Ahí me maté yo”. Cuando el hombre, sorprendido, volvió la vista hacia el asiento donde se encontraba la joven, ésta había desaparecido.

Otros relatos, por el contrario, abundan con tal riqueza en detalles y testigos que resulta difícil distinguirlos de elaboradas obras literarias. Y, en muchos casos, al margen de la posible veracidad de los hechos relatados, está claro que la literatura ha maquillado con los años el texto y sus detalles.

El escritor Nathan Hawthorne contaba cómo, allá por 1830, iba todas las tardes a la biblioteca para investigar y escribir durante algunas horas. Uno de los asiduos visitantes de la sala era un anciano clérigo que acudía diariamente a leer y siempre, durante años, se sentaba en la misma silla. Un día le informaron a Hawthorne del fallecimiento del reverendo. Su sorpresa fue enorme cuando, al día siguiente y durante semanas, siguió viéndole sentado en su silla de siempre, con el mismo aspecto con que lo había visto muchos años. Nunca quiso hablar con el supuesto fantasma del sacerdote, quizá por miedo a romper el encanto, quizá por temor a que los demás presentes no vieran al clérigo y se sorprendieran de ver al escritor hablando con una silla vacía. ¿Realmente era un fantasma lo que veía Hawthorne? ¿Le informó mal su amigo y en realidad el reverendo no había fallecido aún? ¿O se trata de un relato fantástico, a los que Hawthorne era tan aficionado?

Otras narraciones se nutren de la historia y el fervor populares, habiéndose convertido en
verdaderas leyendas. El 23 de octubre de 1642, el ejército del rey Carlos I de Inglaterra luchó contra las tropas parlamentarias de Oliver Cromwell en la batalla de Edgehill. Cuenta la leyenda que, un mes después, varios pastores de la zona vieron y oyeron en el mismo lugar una nueva batalla, que nunca ocurrió. Algo similar ocurre con la batalla de Roncesvalles (Navarra), en la que las guerrillas locales derrotaron a las tropas carolingias mandadas por Roldán. Se cuenta que las noches de luna llena se oyen los sonidos de aquel trágico encuentro, e incluso el grito de auxilio de Roldán.

Dentro de la cultura judeo-cristiana son constantes las referencias a la existencia del espíritu, a los ángeles y a la inmortalidad del alma, con la casi única excepción de los saduceos, un grupo judío que negaba todos estos supuestos. Por eso, aunque la Iglesia desaprueba el intento de contactar con los espíritus de los difuntos, y no muestra especial interés por lo que nos puedan contar, es una práctica común orar e invocar a los santos, pidiendo su intercesión ante el Creador en asuntos tan terrenales como la agricultura, la salud o los negocios.

(Continua en la siguiente entrada)

Leer Mas...

lunes, 28 de noviembre de 2011

¿Quién inventó la nevera o frigorífico?


El primer refrigerador práctico de la historia fue inventado por James Harrison y Alexander Catlin en 1850. Estos primeros frigoríficos domésticos consistían en un armario de madera aislado con un forro de pizarra que se cargaba con barras de hielo. Éste se obtenía directamente de los ríos helados durante el invierno y se almacenaban hasta que se necesitaban en verano. Los alimentos se depositaban directamente sobre el hielo. En 1856, se advirtió que ciertos productos, sobre todo la carne, perdían color de esta manera, y se construyeron modelos con un compartimento separado para el hielo.

El primer refrigerador doméstico mecánico lo fabricó en 1879 el ingeniero alemán Karl von Linde, modificando un modelo industrial que había diseñado seis años antes para la fábrica de cerveza Sedimayr, de Wiesbaden. El ciclo de refrigeración estaba resuelto mediante compresión y evaporización de amoniaco, y se accionaba mediante una pequeña bomba de vapor. Hacia 1891, Linde había vendido 12.000 aparatos en Alemania y Estados Unidos.

El primer refrigerador, frigorífico o nevera doméstica verdaderamente útil se comercializó en 1913, cuando una compañía estadounidense la lanzó en la ciudad de Chicago. Los ingenieros suecos Balzer von Platen y Karl Munters inventaron en 1923 el primer frigorífico eléctrico, que fue comercializado bajo la marca Electrolux. Poco después, vendieron la patente a la compañía Kelvinator Limited, de Chicago, que lanzó al mercado su modelo –con enorme éxito- en 1925.
Leer Mas...

domingo, 20 de noviembre de 2011

¿Por qué bostezamos más en primavera?

Cuando en primavera los días se hacen más largos, el aire resulta más cálido y la naturaleza nos despierta a una nueva vida, muchas personas se sienten renacer. A menudo se extiende un cansancio primaveral que tiene dos causas.

La primera de ellas es la gran modificación en el volumen hormonal, lo que para el cuerpo humano significa un poderoso esfuerzo. Cuando llega la noche, el organismo produce un incremento de melatonina, una hormona que se encarga de generar un sueño plácido y profundo. Cuando entran los primeros rayos de sol en el dormitorio, se suspende la segregación de melatonina y la persona se despierta. Cuanto más largos sea los días en primavera y verano, se segrega menos melatonina y se eleva la producción de serotonina, que es la denominada hormona de la felicidad. Desgraciadamente, este cambio puede traernos dificultades, pues no siempre estamos menos cansados ni, en cambio, más alegres y llenos de energía. En lugar de eso, sufrimos oscilaciones y auténticas caídas de la producción en las que no tenemos garantizado el abastecimiento de serotonina. Esto hace que nos sintamos cansados y flojos y comienzan los bostezos.

La segunda causa tiene que ver con la subida de las temperaturas. El cuerpo se va ajustando a ese incremento y se dilatan los vasos sanguíneos. Con ello desciende la presión sanguínea, lo que lleva consigo una sensación de cansancio y agotamiento hasta que el ciclo vuelve a coger impulso. Por ello, una primavera fresca resulta muy agradable para el cuerpo, ya que éste tiene bajo su control el volumen de hormonas antes de que se inicien las temperaturas cálidas.

Leer Mas...

viernes, 18 de noviembre de 2011

Frida Kahlo: cuando la vida supera al arte


Frida Kahlo afirmaba que en su vida había habido dos grandes tragedias. Una fue el terrible accidente de trolebús que tuvo en su juventud, en el que se fracturó la columna vertebral y la pelvis por varias partes y se aplastó el pie, lo que la condenó a una vida de sufrimiento y dolor. La otra, decía, fue Diego, el marido (se casaron dos veces) que la atormentó con sus múltiples infidelidades. Y decía que “Diego fue de lejos la peor”.

Pero esos dos desastres le ofrecieron recompensas inesperadas. Su larga convalecencia le dio la oportunidad y el deseo de pintar, y encontró su tema más importante en el dolor. A pesar de sus muchos defectos, Rivera le dio apoyo financiero, publicidad a escala mundial y un afecto perdurable. El accidente de Kahlo fue crucial para perfilar su talento. Podemos desear que no hubiera sufrido pero, ¿tendríamos sin ello el brillo de su arte?

Guillermo Kahlo y Matilde Calderón y González eran una extraña pareja. Él era un judío húngaro-alemán ateo y ella una mexicana católica de orígenes indígenas. La pareja tuvo cuatro hijas: la tercera fue Magdalena Carmen Frieda. (Con el aumento de los sentimientos antifascistas en el México de la década de 1930, se cambió la grafía alemana de su nombre por la de Frida). La niña sufrió una enfermedad (probablemente polio) que debilitó su pierna derecha. En 1923, su padre la matriculó en la escuela secundaria más prestigiosa de México, la Escuela Nacional Preparatoria, donde empezó a interesarse por las políticas de izquierdas y a observar con fascinación la obra de un artista que pintó un mural para el auditorio de la escuela: un tal Diego Rivera.

Los planes de futuro que tenía Kahlo quedaron interrumpidos el 17 de septiembre de 1925. El autobús en el que viajaba fue arrollado por un trolebús fuera de control y quedó empalada por una barra de hierro. Las heridas incluían la fractura de varias vértebras, una clavícula y dos costillas. La pelvis le quedó destrozada; tenía once fracturas en la pierna izquierda y el pie derecho aplastado. La barra de hierro había atravesado todo su cuerpo y había salido por su vagina. Más tarde Kahlo dijo que en aquel accidente había perdido la virginidad. Pasó un mes en el hospital, inmovilizada entre escayolas y aparatos de tracción ortopédica, y varios meses en cama en su casa. El aburrimiento era un tormento tan grande como el dolor, de modo que buscó algo en lo que ocuparse. Decidió ponerse a pintar. Aparte de haber asistido a las clases obligatorias de la escuela, Kahlo no tenía ni experiencia ni, aparentemente, inclinaciones artísticas. Mientras yacía envuelta en escayolas y corsés de metal, de repente desarrolló una pasión por el arte al que se sumaba un talento prodigioso.

Sin embargo, cualquier artista necesita que la aprueben, de modo que decidió acercarse al único artista que conocía, Diego Rivera. En 1928 se lo encontró trabajando en un mural, le enseñó sus lienzos y le preguntó si le parecía que tenía talento. Rivera contestó: por supuesto que sí.

El resto posiblemente fue inevitable. Rivera era incapaz de no ligar con una jovencita y muy pronto los dos empezaron una relación apasionada. Las amigas de la escuela de Frida estaban sorprendidas con su obsesión por un artista de mediana edad y con sobrepeso. Cuando un día Kahlo dijo que la ambición de su vida era tener un hijo con Rivera, una amiga protestó diciendo que el artista era un viejo “horrible, barrigón y mugriento”. Kahlo simplemente replicó: “Diego es tan amable, tan tierno, tan sabio, tan dulce. Y lo bañaré y lo lavaré”. Y eso fue lo que hizo. Rivera necesitaba que lo animaran para tomar un baño, así que ella lo convirtió en un ritual: frotaba a su marido de 120 kilos en una bañera llena de juguetes de niños.

En fin, el caso es que enseguida él le propuso que se casaran y ella aceptó. Se podría esperar que los padres de Kahlo estuvieran preocupados porque su hija de 22 se casara con un mujeriego de 43, pero en realidad se sentían aliviados por haber encontrado un hombre que pudiera hacerse cargo de su Frida. Podía necesitar atención médica durante el resto de su vida, y Rivera podía permitirse los tratamientos. Aunque eso no impidió que el padre dejara caer unas palabras de advertencia. Llevó a Rivera a un lado y le dijo de su hija: “Ella es un demonio”. “Lo sé”, contestó Rivera. “Bueno, yo se lo he advertido”, añadió Guillermo.

La pareja se casó el 11 de agosto de 1929. Los años siguientes fueron tranquilos y felices. Rivera
trabajaba en una serie de murales en Cuernavaca y Kahlo muy pronto empezó a interesarse por las culturas indígenas mexicanas. Se acostumbró a vestirse con las ropas que llevaban las mujeres de la región de Tehuantepec: una blusa blanca de encajes y puntillas, una falda larga de terciopelo púrpura o rojo y collares hechos con monedas de oro. Durante los primeros años de su matrimonio pintó poco, aunque no pareció que lo echara de menos, y pronto estuvo esperando un hijo. Cuando los médicos le dijeron que difícilmente sería capaz de dar a luz debido a su pelvis maltrecha, se planteó seriamente si seguir adelante con el embarazo. A los tres meses, los médicos le dijeron que el feto estaba mal colocado y recomendaron practicar un aborto. A pesar de las objeciones de Rivera, ella intentó ser madre cuatro veces más, pero en todas ellas abortó de forma natural o provocada por recomendación médica. De modo que Kahlo dirigió los instintos maternales hacia el cuidado de sus sobrinos y su enorme colección de muñecas.

Otro demonio atormentaba a Kahlo: las constantes infidelidades de Rivera. Ya era exasperante cuando se acostaba con desconocidas, pero entonces tuvo un lío con su propia hermana menor, Cristina. Frida se quedó hundida, pero desde ese momento su relación tuvo nuevas normas: cada uno era libre de tener relaciones sexuales con quien quisiera.

Durante un tiempo ese arreglo pareció funcionar, y Kahlo tuvo varias relaciones, tanto con hombres como con mujeres. La más relevante fue la que mantuvo con el exiliado revolucionario ruso Leon Trotsky. Kahlo lo apodada el Viejo, y lo encontraba irresistible por su vigorosa e intelectual personalidad. Por supuesto, tener una relación con el héroe de Rivera era una venganza muy efectiva.

Entretanto, el arte de Kahlo se había hecho mucho más refinado y personal. Así como Picasso y Matisse se inspiraron en el arte africano, Kahlo lo hizo en el precolombino. Tanto ella como Rivera sentían un gran respeto por este arte, que la mayoría de los europeos tardaron en compartir.

Cuando los conquistadores españoles se extendieron por Sudamérica y Centroamérica, a
principios del siglo XVI, encontraron imperios de rica tradición artística, pero lo único que les importaba eran sus riquezas en oro. En 1520, el artista alemán Alberto Durero pudo ver un alijo de tesoros de oro robados a los aztecas en una exposición de Bruselas. Durero, impresionado por la calidad de la artesanía, escribió que se había maravillado ante “el sutil genio de los hombres de esas tierras extranjeras”. Lástima que nadie estuvo de acuerdo con él. El Tesoro español fundió los objetos.

Es difícil describir el arte precolombino, ya que abarca dos continentes y varios milenios. No debe sorprendernos que el arte antiguo mejor conservado esté hecho de piedra. La civilización olmeca produjo excelentes escultores que crearon grandes y misteriosos bustos se cree que en honor de reyes. Por supuesto que la religión también era un tema importante, junto con la propaganda. Lo mejor que podían hacer tras conquistar otra ciudad-estado era encargar una escultura que celebrara la victoria. Tanto los mayas como los aztecas esculpieron intricados calendarios, que eran tan hermosos como funcionales.

Tanto Rivera como Kahlo adoptaron la imaginería de sus ancestros. Los complejos murales de Rivera se hacían eco de las enormes obras precolombinas esculpidas en los muros; y Kahlo integró el simbolismo azteca. Rivera adquirió una enorme colección de arte precolombino, y para albergarla construyó Anahuacalli, un remedo de templo azteca, museo y estudio a la vez, en el que también hay una cámara funeraria en la que pretendía que se colocaran sus cenizas y las de Kahlo. Hoy en día, Anahuacalli está abierto al público, y allí se exponen las 52.000 piezas de su colección.

Frida, además, pintaba su propia experiencia a modo de exorcismo artístico, algo que
posiblemente sólo Edward Munch habría entendido. Incluso un cuadro relativamente tan sencillo como “Autorretrato con collar de espinas y colibrí” tiene muchos niveles de significado. En esta obra, un collar de espinas como la corona de Cristo le rodea el cuello, y el colgante toma la forma de un colibrí, símbolo del alma de los guerreros aztecas muertos en batalla.

El mundo del arte empezó a tener en cuenta enseguida el fantástico mundo de imágenes que Kahlo creaba. En 1938, el dueño de una galería de Nueva York le montó una exposición individual en la que fue declarada pintora por derecho propio. Luego hizo una segunda exposición en París.

Mientras Kahlo estaba fuera del país, Rivera se enteró de su romance con su héroe político y se sintió profundamente traicionado. Poco después de que ella regresara, en 1939, la pareja comenzó los trámites del divorcio. Se han dado varias explicaciones sobre las causas de la separación –la relación de Kahlo con Trotsky, la relación de Rivera con la actriz estadounidense Paulette Goddard-, pero sólo Kahlo y Rivera sabían la verdad, y nunca la contaron. Incluso después de divorciarse, las cosas no cambiaron demasiado, ya que seguían viéndose casi cada día. La única diferencia era que Kahlo deseaba ser económicamente independiente de Rivera, de modo que se puso a pintar más que nunca.

Inesperadamente, el siempre molesto Trotsky volvió a cambiar sus vidas. El 20 de agosto de
1940, un agente de la NKVD (organización precursora del KGB) se introdujo en su casa y le abrió la cabeza con una piqueta de alpinista. Murió al día siguiente. Kahlo había conocido al asesino en Paris, en círculos comunistas, de manera que fue interrogada por la policía durante doce horas. Rivera, que en ese momento estaba trabajando en San Francisco, la animó a que se reuniera con él en California, de modo que Kahlo hizo las maletas y se fue con él. Se volvieron a casar el 8 de diciembre. Kahlo sabía que Rivera no podía mantenerse fiel, así que tampoco ella se sentía obligada, pero sabía que se amaban. Un buen amigo (y amante) dijo de la segunda boda: “Él representaba para ella algo sólido en lo que apoyarse”.

De vuelta en México, Kahlo pintaba cuando los episodios de dolor se lo permitían. Muchos de los tratamientos para enderezar su columna vertebral parecían peores que el problema, como que le ataran sacos de arena a los pies mientras estaba suspendida en posición casi vertical durante tres meses o la colgaran del techo con anillas de acero. Nada funcionó. Durante la década de 1950 pasó casi un año en un hospital de la Ciudad de México. Cuando podía pintar, el dolor era un tema recurrente. “La columna rota”, de 1944, muestra un desnudo de Kahlo con uno de sus corsés médicos. Tiene la piel atravesada por clavos, y su cuerpo abierto muestra una columna griega hecha polvo en lugar de la columna vertebral. En su rostro se ven pálidas lágrimas.

Le quedaba por conseguir un triunfo: en la primavera de 1953, una galería de México presentó una exposición individual de su obra. Los médicos le advirtieron que estaba demasiado enferma para asistir a la muestra, pero Kahlo insistió tanto que Rivera hizo colocar en medio de la sala de exposiciones una gran cama con baldaquín. Kahlo llegó en ambulancia en loor de multitudes. Se quedó tumbada en medio del alboroto, con la cara constreñida por el dolor, pero exultante.

Más tarde, aquel mismo año, le amputaron la pierna derecha, infectada por la gangrena, por debajo de la rodilla. Se hundió en una profunda depresión, y al menos una vez trató de quitarse la vida con una sobredosis. El lluvioso día de 2 de julio de 1954 insistió en que Rivera la llevara a una concentración comunista contra la intervención de la CIA en Latinoamérica. Rivera empujaba la silla de ruedas de Kahlo, convertida en una heroica figura del fervor revolucionario. Pero el precio por aquel esfuerzo fue alto. Escribió en su diario que sabía que el final estaba cerca: “Espero que la salida sea feliz –y espero no volver jamás-“. Murió a primeras horas de la mañana del 13 de julio.

La influencia de Kahlo languideció durante las décadas inmediatamente posteriores a su muerte,
mientras que Rivera se convirtió en el más famoso de los dos. La balanza empezó a inclinarse a favor de Kahlo en la década de 1980 al surgir el movimiento neomexicanismo, que celebraba la utilización de imágenes de la cultura autóctona. La fama de Kahlo aumentó durante la década de 1990, cuando celebridades estadounidenses la adoptaron como icono. Madonna, Salma Hayek y Jennifer Lopez compitieron por representar a la artista en la película biográfica de 2002. (Hayek interpretó el papel y fue nominada para el premio de la Academia como mejor actriz). El revuelo que se formó fue definido como “fridamanía”, aunque había quienes lo deploraban porque creían que abarataba su arte, mientras que otros aplaudían la atención que se daba a Kahlo por ser algo sin precedentes para una mujer artista.
Leer Mas...

miércoles, 16 de noviembre de 2011

Tobías y Tobit


El Libro de Tobías cuenta la historia de Tobit (o Tobías), un cautivo judío, y las aventuras de su hijo Tobías. Tobit era un judío piadoso y caritativo deportado a Nínive por los asirios cuando éstos tomaron Jerusalén, en el siglo VIII a. C. Tobit logró prosperar en Nínive y el rey lo envió en misión comercial a Media (al norte de Persia), donde dejó un dinero a Gabael, otro judío. Tobit ayudaba siempre a los demás judíos en el exilio, e incluso enterraba de forma ilegal a los judíos ajusticiados. Pero su generosidad al final no hizo sino acarrearle infortunios, pues le confiscaron sus propiedades y perdió la vista al caerle sobre los ojos los excrementos de unos pájaros.

En sus últimos años de vida decidió ayudar a su hijo Tobías enviándolo a recuperar el dinero que había dejado años atrás en manos de Gabael. Tobit rogó a Dios que protegiese a su hijo en su viaje y Dios le envió al arcángel Rafael bajo la apariencia de un joven judío para que le acompañara y le protegiese durante todo el camino.

Al llegar al río Tigris, un pez gigantesco atacó a Tobías, quien, a instancias del ángel, consiguió extraer del pez el corazón, el hígado y la hiel, los dos primeros para mantener alejado al diablo y la última para curar la ceguera de su padre. Cuando por fin llegaron a Media, se alojaron en casa de un hijo de Tobías y de su hija Sara.

Esta última estaba poseída por un demonio que había matado a los siete maridos que había tenido hasta entonces en la noche de bodas. Rafael le dijo a Tobías que la tomase por esposa, pero que para evitar la suerte de los otros siete maridos tenía que introducir en un perfumador el corazón y el hígado del pez. Tobías siguió las instrucciones del ángel al pie de la letra y el demonio, al oler el humo del pez, abandonó a Sara.

Mientras tanto, Rafael recuperó el dinero que tenía Gabael y regresó junto con Tobías y Sara a casa del pobre Tobit. Una vez más, siguiendo las instrucciones del ángel, aplicó la hiel del pez sobre los ojos de su padre, y éste recobró milagrosamente la vista. Entonces, Rafael reveló su auténtica identidad y alabó la fe y la generosidad de Tobit antes de desaparecer.

Esta historia, que tal vez tiene sus raíces en una leyenda de origen persa, está incluida en el llamado Librode Tobías, un de los libros deuterocanónicos. Su canonicidad es distinta para los diversos grupos que tienen como sagrados a los textos hebreos. La comunidad judía y algunas de las organizaciones cristianas de origen protestante no aceptan los libros deuterocanónicos en su canon. La Iglesia Católica y la Iglesia Ortodoxa los consideran de segundo canon; o sea que no formando parte del primer canon, sin embargo se les reconoce autoridad

El episodio de Tobías ha inspirado a un gran número de pintores. Los dos episodios más recurrentes son aquel en que el protagonista lleva consigo el pez o un frasco con sus vísceras en compañía de un ángel y un perro, así como la curación de Tobit. Durante un tiempo, se extendió la costumbre de encargar cuadros de Tobías y el ángel entre aquellas familias que enviaban de viaje a alguno de sus hijos como medida de protección. De igual modo, la gente encargaba cuadros de Tobías con la esperanza de curar su ceguera.
Leer Mas...

lunes, 14 de noviembre de 2011

¿Sobre qué ojo llevaba Nelson su parche?

En ninguno. Horacio Nelson nunca llevó un parche.

En realidad no llevó nunca nada sobre su ojo derecho, que era el que tenía dañado, aunque hizo que le pusieran una especie de visera en su sombrero para proteger el bueno, el izquierdo, del sol. Nelson no era tuerto. Su ojo derecho había sufrido serios daños –pero no quedó totalmente inservible- en el sitio de Calvi, en Córcega, en 1794. La bala de un cañón francés lanzó arena y barro a su ojo, pero seguía pareciendo normal –tan normal, de hecho, que el famoso marino tuvo dificultades para convencer a la Royal Navy de que merecía una pensión.

No existe ningún retrato contemporáneo de Nelson con un parche a pesar de que mucha gente recuerda haberlo visto. La misma columna de Trafalgar, en Londres, por ejemplo, lo muestra sin parche. Fue solo tras su muerte que los pintores añadieron el parche a algunos de sus retratos para “mejorar” su imagen de curtido marino.

En no pocas ocasiones utilizó su ojo malo en su favor. En la batalla de Copenhague, en 1801, ignoró deliberadamente la señal de retirada de su superior, el almirante sir Hyde Parker. Nelson, que disfrutaba de una posición más aventajada, podía ver que los adversarios daneses estaban huyendo y dijo al capitán de su escuadra: “Sabe, Foley, sólo tengo un ojo; tengo el derecho de ser ciego algunas veces”. Entonces, aplicó el catalejo a su ojo malo y dijo: “pues no veo la señal”.

Nelson fue un táctico brillante, un líder carismático e indiscutiblemente valiente, pero también vanidoso y despiadado. Como capitán del HMS Boreas, en 1784 ordenó azotar a 54 de sus 122 marineros y 12 de sus 20 marinos (el 47% de los hombres embarcados). En junio de 1799, ejecutó a traición a 99 prisioneros de guerra en Nápoles después de que el comandante británico de la guarnición hubiera garantizado su seguridad. Por cierto que precisamente mientras estaba en Nápoles, Nelson tuvo una aventura romántica con Lady Emma Hamilton, esposa del embajador británico. El padre de ella había sido un herrero y la propia Emma, antes de ser lady, había ejercido de prostituta en Londres.

Otro admirador de Nelson fue Patrick Brunty, un párroco de Yorkshire de ascendencia irlandesa, que cambió su apellido a Brönte después de que el rey de Nápoles hiciera a Nelson Duque de Bronte. De no haberlo hecho, sus famosas hijas se habrían llamado Charlotte, Emily y Anne Brunty.

Como contraste al luto nacional que se produjo tras la muerte de Nelson en Trafalgar, el conde St.Vincent y otros 18 almirantes de la Royal Navy se negaron a asistir a su funeral.

Leer Mas...

sábado, 12 de noviembre de 2011

El primer restaurante


Según cuentan los franceses, el primer restaurante en el sentido moderno del que se tiene noticia abrió sus puertas en París en 1765, cuando un mesonero apellidado Boulanger abrió una casa de comidas y colocó un letrero a su puerta en el que se leía, en latín vulgar, la siguiente recomendación: Venite ad me omnes qui stomacho laboratis et ego restaurabo vos (“Venid a mi casa hombres que tenéis el estómago débil y yo es restauraré”).

La frase tuvo repercusión y, desde entonces, las casas de comidas pasaron a llamarse restaurantes, y los cocineros, restauradores. Por cierto, según el Libro Guinness de los Récords, el restaurante más antiguo del mundo aún en funcionamiento es Casa Botín, de Madrid, que fue fundado en 1725.

Leer Mas...

viernes, 11 de noviembre de 2011

La oferta y la demanda

La ley de la oferta y la demanda ocupa un lugar central tanto en la economía como en las relaciones humanas. La forma en que estas dos fuerzas interactúan determina el precio de los bienes de consumo en las tiendas, los beneficios que obtienen las compañías y el hecho de que unas familias se hagan ricas mientras otras permanecen en la pobreza.

La ley de la oferta y la demanda explica por qué los supermercados cobran muchísimo más por los embutidos de calidad superior que por los normales; y por qué un fabricante de ordenadores cree que puede cobrar más a sus consumidores por un portátil al que sólo se le ha cambiado el color. Del mismo modo en que unas pocas reglas elementales son la base de la matemática y la física, la sencilla interacción entre oferta y demanda es algo que encontramos por doquier.

Podemos verla en las atestadas callejuelas de Otavalo, Ecuador, y en las amplias avenidas con las que limita Wall Street en Manhattan. A pesar de las diferencias superficiales (las polvorientas calles sudamericanas repletas de campesinos, la capital financiera abarrotada por banqueros vestidos de traje), a ojos del economista interesado en los fundamentos ambos lugares son prácticamente idénticos. Si miramos con más atención, entenderemos por qué: los dos son mercados importantes. El de Otavalo es uno de los mercados callejeros más grande y famoso de Hispanoamérica; Wall Street, por otro lado, es la sede de la Bolsa de Nueva York. Uno y otro son lugares a los que la gente va a comprar o vender cosas.

El mercado reúne a compradores y vendedores, ya sea en un conjunto de tenderetes físicos en los que se venden las mercancías exhibidas o en un mercado virtual como Wall Street, donde la mayoría de las transacciones se realizan a través de redes informáticas. Y el nexo entre la oferta y la demanda lo constituye el precio. Estas tres nociones aparentemente inocuas pueden decirnos una enorme cantidad de cosas acerca de la sociedad. Son los cimientos de la economía de mercado.

La demanda representa la cantidad de bienes o servicios que la gente está dispuesta a comprar a un vendedor a un precio determinado. Cuanto más alto es el precio, menor será el número de personas que están dispuestas a pagarlo, hasta el punto en que sencillamente la gente se niegue a comprar del todo. De forma similar, la oferta indica la cantidad de bienes o servicios de la que un vendedor está dispuesto a desprenderse por determinado precio. Cuanto más bajo es el precio, menor será el número de bienes que esté dispuesto a vender, pues producirlos tiene un coste en términos de tiempo y dinero.

Los precios son la señal que nos dice si la oferta o la demanda de un producto particular están
aumentando o disminuyendo. Tomemos, por ejemplo, el precio de la vivienda. En los primeros años del siglo XXI, el precio de la vivienda aumentó cada vez más deprisa en España a medida que más y más familias daban el gran paso de comprar casa propia, animadas por hipotecas baratas. Esta demanda animó a los constructores a construir más viviendas (en particular en las zonas de costa del este y el sur). Finalmente, cuando esas viviendas se terminaron, la repentina superabundancia de la oferta provocó que los precios de la vivienda cayeran, y rápido.

El secreto a voces de la economía es que, en realidad, los precios rara vez se encuentran en un punto de equilibrio. El precio de las rosas sufre altibajos a lo largo de todo el año: a medida que el verano se convierte en invierno y los supermercados y los floristas tienen que obtenerlas de proveedores cada vez más lejanos, la oferta de rosas disminuye y los precios aumentan. De forma similar, en los días previos al catorce de febrero los precios experimentan un aumento brusco debido a la demanda de flores para el día de San Valentín.

Los economistas llaman a esto “estacionalidad” o “ruido”. Algunos, sin embargo, intentan ir más allá de esto para determinar el precio de equilibrio. Volvamos a los precios de la vivienda: ningún economista ha conseguido todavía averiguar cuánto debería valer la “casa media”. La historia nos dice que debería valer varias veces el salario anual de un individuo (entre tres o cuatro veces por término medio), pero no hay forma de saberlo con certeza.

Es posible aprender algunas lecciones básicas acerca de las personas a partir del precio de los bienes. Hace años, el fabricante de ordenadores Apple lanzó su nuevo portátil Macbook en dos colores, blanco y negro, el segundo de los cuales era una versión especial, más costosa. A pesar de ser idénticos en todos los demás aspectos a la versión blanca (velocidad, capacidad del disco duro, etc.) la versión negra costaba 200 dólares más. Y a pesar de ello sus ventas fueron magníficas. Esto no habría pasado si no hubiera existido demanda suficiente, por lo que resulta claro que había suficientes personas encantadas de pagar un recargo con tal de diferenciarse de sus vecinos con ordenadores blancos comunes y corrientes.

En ocasiones, la oferta y la demanda necesitan tiempo para responder a los cambios en los precios. Si una compañía telefónica aumenta sus tarifas, los consumidores tienden con bastante rapidez a reducir el número de llamadas o intentan cambiarse a una compañía diferente: su demanda es elástica con respecto al precio: cambia cuando cambian los precios. En otros casos,
los consumidores reaccionan con lentitud: su demanda es inelástica. Por ejemplo, cuando el precio del petróleo aumentó de forma pronunciada a comienzos del nuevo milenio, los consumidores se vieron enfrentados a unos precios elevados de los carburantes sin que existiera alternativa, y no todos podían comprar un coche eléctrico o híbrido nuevo para reducir costes. Gradualmente, algunos optaron por usar el transporte público. Tales cambios se conocen como sustitución: el bien costoso se reemplaza por un sustituto de menor precio.

Por supuesto, lo que vale para la demanda vale para la oferta, que, también, puede ser elástica o inelástica. Muchas empresas han desarrollado una gran capacidad de adaptación (o elasticidad con respecto al precio) cuando la demanda de sus productos cae, a lo que responden despidiendo trabajadores o reduciendo sus inversiones. Otras son menos elásticas. Por ejemplo, un productor caribeño de plátanos puede encontrar extremadamente difícil recortar los gastos de su empresa para hacer frente a la competencia de productores hispanoamericanos más grandes.

Trátese del artesano ecuatoriano, el banquero de Wall Street o cualquier otra persona, el principal motor de sus decisiones económicas siempre será la interacción entre los precios y los compradores y vendedores que los determinan; en otras palabras, la oferta y la demanda.
Leer Mas...

jueves, 10 de noviembre de 2011

PEAR: investigación de anomalías técnicas en Princeton

¿Anomalías técnicas? ¿Qué es eso? ¿automóviles con alas? ¿Helicópteros con palas de espuma? Anomalías técnicas es el nombre que da el investigador de la Universidad de Princeton Robert George Jahn a los fenómenos que estudia. Otros utilizarían términos como psicoquinesis o paranormal. La expresión coloquial para lo que él estudia es mente sobre materia. ¿La mente de quién y qué materia? Las mentes de sus voluntarios no entrenados. La materia en este caso son ordenadores especialmente diseñados para medir cambios pequeños pero inequívocos en la realización de funciones simples.

La historia empezó a finales de los 70, cuando un estudiante graduado en Princeton solicitó a Jahn, entonces decano de la Escuela de Ingeniería y Ciencia Aplicada, que supervisase un estudio independiente de fenómenos psíquicos. Jahn, que no estaba especialmente interesado en el tema, quedó persuadido por las buenas calificaciones del estudiante y su argumento de que el proyecto podía necesitar sus habilidades de computación e ingeniería eléctrica. El estudiante pasó a diseñar la máquina que se convirtió en la columna vertebral del trabajo de Jahn, un generador de sucesos aleatorios, o REG (random event generator). El estudiante perdió finalmente el interés en el campo de la psicoquinesis, pero para Jahn resultó ser el inicio de todo un nuevo camino profesional. En 1979, puso en marcha el laboratorio PEAR, para desesperación de muchos de sus colegas.

El REG es básicamente un lanzador de monedas informatizado que hace saltar de forma electrónica doscientas monedas con gran rapidez y luego cuenta el número de caras. En los experimentos de Jahn, los voluntarios “desean” mentalmente que el ordenador favorezca o bien las caras o bien las cruces. Ellos no tienen siquiera que sentarse delante de la pantalla –han participado voluntarios de otros continentes-. En el curso de los años, los voluntarios han sido capaces de provocar una desviación pequeña pero estadísticamente significativa respecto al 50/50, una desviación que uno esperaría que ocurriese por azar sólo una de cada 5.000 veces.

Otra máquina PEAR se llama Murphy, por la ley de Murphy. Murphy, también llamada la máquina de billar eléctrico, recibe el apodo técnico de “cascada mecánica aleatoria”. Murphy lleva 9.000 bolas de poliestireno a una altura de tres metros y luego las suelta, tras lo cual las bolas caen a través de 330 clavijas, para aterrizar en 19 huchas. Todo el proceso necesita doce minutos. Dejadas por sí mismas, caerán más bolas en las huchas centrales que en las exteriores. La tarea de los voluntarios consiste en “desear” que caigan más bolas en las huchas que están a la izquierda o a la derecha del centro. Aquí, también, los voluntarios han producido resultados que pueden ser estadísticamente significativos –pero sólo a la izquierda-. Por supuesto, la palabra importante tanto en el generador de sucesos aleatorios como en la cascada mecánica aleatoria es “aleatorio”.

Aunque Jahn es el abuelo de tal investigación, existen otros en el campo. En 1993, un investigador de Nevada llamado Dean Radin puso en marcha un laboratorio con fondos privados en la Universidad de Nevada llamado Laboratorio de Investigación de la Consciencia. Ha logrado resultados con un generador aleatorio similares a los de PEAR.

Jahn y sus asociados se enfrentan a mucho escepticismo. Cualquiera que sea la explicación de sus resultados, el mundo podría encontrar muchísimas aplicaciones prácticas para la “mente sobre la materia”. Los investigadores están trabajando ya en formas mediante las que las personas paralíticas puedan comunicarse con los ordenadores a través de ondas cerebrales.
Leer Mas...

domingo, 6 de noviembre de 2011

Lidya Litvak: el as femenino


Dentro de las fuerzas armadas, los pilotos de caza se consideran una élite y, dentro de ella, los mejores de todos, la punta de lanza, son los “ases”, título honorífico otorgado a los que logran derribar cinco o más aparatos enemigos. Aunque normalmente a una mujer no se le ha permitido ni tocar los mandos de un aparato, lo cierto es que las mujeres han tripulado aeronaves desde el mismo año en que se elevó el primer globo de aire caliente, de modo que cuando estalló la Segunda Guerra Mundial existían numerosas aviadoras altamente cualificadas.

Muy pronto el desarrollo de los combates demostró que tanto en tierra como en el mar las fuerzas que perdían el dominio del aire eran derrotadas siempre. Construir aviones era una cosa, pero entrenar a sus tripulantes era un proceso largo y difícil. Entonces alguien cayó en la cuenta de que existían numerosas aviadoras ya instruidas y experimentadas. Sin embargo, ni lo apremiante de la situación era suficiente para lograr que algunas personas abdicaran de sus prejuicios. En un alarde de grosería machista, C.G.Grey, editor de la revista británica “The Aeroplane”, declaró: “La amenaza son las mujeres que piensan que deben pilotar bombarderos rápidos cuando en realidad ni siquiera tienen la inteligencia suficiente para fregar los suelos de un hospital”. En Estados Unidos el general Hap Arnold rechazó dos veces la creación de un cuerpo auxiliar femenino argumentando que no estaba seguro de que “una jovencita pudiera pelear con los mandos de un B-17”. Obsérvese la elección de términos: no “manejar” los mandos, sino “pelear” con ellos.

Finalmente, tanto en Gran Bretaña como en Estados Unidos se crearon servicios auxiliares femeninos, pues todos los hombres eran necesarios para las misiones de combate, y las mujeres se dedicaron entonces a conducir los aviones de las fábricas a los aeródromos o de un aeródromo a otro, incluso en vuelos transatlánticos. Cuando esto se supo, los pilotos de transporte amenazaron con la huelga alegando que dar ese trabajo a una mujer cuestionaba su propia competencia. La Alemania nazi nunca organizó un cuerpo aéreo femenino, pero muchas mujeres hicieron todo tipo de vuelos, excepto de combate.

Muy diferente fue la situación en Rusia. Ya en 1938, Charles Lindbergh comprobó que en las fuerzas aéreas rusas volaban hombres y mujeres. Pese a que su propia esposa era aviadora, escribió en su diario: “No sé si eso puede dar resultado. Después de todo, Dios ha estable
cido diferencias entre hombres y mujeres que ni siquiera la Unión Soviética puede suprimir”. Las pérdidas de aviones y pilotos habían sido espeluznantes durante los primeros meses de la invasión alemana y el alto mando soviético ordenó a Marina Ráskova, una de las aviadoras más experimentadas de la URSS, que reuniera mujeres para organizar tres regimientos. Ráskova reclutó a 200 muchachas, de entre 18 y 22 años en su mayoría, provenientes de la aviación civil o de los clubs deportivos. En octubre de 1941 las agruparon en un regimiento de cazas, el 586, con aviones YAK-1 y posteriormente YAK-3 y YAK-9, y dos de bombardeo, el 587 con Sujoi SU-22 de corto alcance y el 588 de bombardeo nocturno, que más tarde fue elevado de rango como el regimiento de la guardia 46 de bombardeo nocturno. Los alemanes las llamaron “brujas nocturnas”.

Para los aleman
es fue algo asombroso encontrarse luchando en el aire contra mujeres. Cuando un escuadrón de Messerschmitt que defendía una batería antiaérea en el Cáucaso atacó a un grupo de nueve bombarderos rusos escoltados por una escuadrilla de cazas, su sorpresa fue mayúscula al oír por la radio voces femeninas desde los cazas enemigos. Los alemanes perdieron cuatro aviones. Según el testimonio del comandante D.B.Meyer, que examinó un YAK-9 tras derribarlo, la aviadora ni siquiera llevaba paracaídas. En otra ocasión dos YAK aislados se tropezaron con 42 bombarderos alemanes que se dirigían a bombardear un nudo ferroviario en Kastórnoie, en Rusia central. Las aviadoras atacaron inmediatamente y derribaron cuatro aparatos enemigos antes de caer. Algunas de las aviadoras de este regimiento alcanzaron la categoría de ases, como la capitana Budanova, que derribó once aviones alemanes. No obstante, la mayor as femenina soviética de esta guerra –en realidad la mayor as femenina de cualquier país y conflicto hasta la fecha- fue una muchachita rubia, coqueta y de ojos grises, llamada Lidya Litvak.

Lidya Vladimirovna Litvak nació en Moscú el 18 de agosto de 1921. Siempre había mostrado interés por volar y sus aptitudes y entusiasmo eran tan grandes que logró ser admitida en un aeroclub a los 16 años, uno menos de la edad habitual. Al estallar la guerra se alistó y fue entrenada junto con las demás pilotos de combate soviéticas en la base de Engels en cursos intensivos que se prolongaban 14 horas diarias levantándose a las seis de la mañana. La guerra arreciaba, las pérdidas, tanto en hombres como en material, eran espantosas y las jóvenes aviadoras tenían que aprender en seis meses lo que se enseñaba en dos años.

Desde el primer momento Litvak despertó la admiración de sus instructores y sus compañeras cuando logró derrotar a su propio instructor en un combate simulado, de modo que s
e la seleccionó dentro de la élite destinada a ser piloto de cazas mientras que más de dos tercios de las restantes alumnas eran enviadas a bombarderos. Comenzó su servicio en el regimiento femenino 586, en enero de 1942. En septiembre de ese año, Litvak y su compañera Katia Oudanova llegaban al frente de Stalingrado, asignadas al regimiento aéreo de caza 296 (más tarde convertido en el 73 de la Guardia), una unidad de élite formada mayormente por hombres, donde se las recibió con asombro y hostilidad. “Ninguna mujer volará conmigo”, declaró tajante el comandante Nikolai Baranov, oficial al mando de la unidad, pero órdenes son órdenes, y ambas se quedaron. Se quedaron… en tierra, por supuesto, pues no se les asignó misiones ni se les dio tiempo de vuelo, ni siquiera para practicar.

Mientras tanto, sus compañeros salían a combatir todos los días siguiendo la táctica de okhotniki o “caza libre”, en la que, en vez de ir a por un blanco específico o patrullar de modo fijo por un determinado sector, los cazas del regimiento se despliegan en parejas o en grupos pequeños de forma semi-aleatoria para atacar cualquier blanco que les salga al paso. De este modo los alemanes nunca sabían por dónde iba a aparecer el enemigo.

Entre tanto, la ofensiva alemana contra Stalingrado estaba en su punto culminante y la Luftwaffe poseía una clara superioridad aérea en el sector, realizando hasta 3.000 salidas diarias. Este es el infierno en que Litvak iba a estrenarse como guerrera. Las pérdidas fueron terribles en ambos bandos, circunstancia que, junto a la insistencia de su amigo Alexei Salomatem, convenció a su reluctante coronel para darle una oportunidad. Litvak iba a salir al aire como wingman o pareja de su valedor. Salomatem iría el primero y atacaría al enemigo. Litvak volaría tras él para
cubrirle. Para batirse en duelos aéreos a muerte contra los cazas alemanes, Litvak y sus compañeros dispusieron del flamante Yakovlev 9, uno de los últimos modelos de la industria soviética –buen aparato de excelentes prestaciones, aunque muy por debajo en armamento de los formidables Messerchmitt 109 y los Focke Wulf 190-, que se estrenó en combate precisamente en Stalingrado.

En esta primera misión juntos, Salomatem se enzarzó en un duelo aéreo con un Me 109 y lo derribó. Litvak se convirtió en su pareja de combate habitual y al cabo de un par de misiones intercambiaron los papeles. En su verdadera primera misión de combate atacó una formación de bombarderos Heinkel 111 y logró derribar uno de ellos. “¡Esta chica va a convertirse en toda una
campeona!” exclamó su asombrado jefe de escuadrilla, y no se equivocó. Para Navidad, Litvak ya había derribado tres bombarderos y tres cazas. Decoró el fuselaje de su biplano con una gran rosa blanca como insignia personal y por cada enemigo abatido añadía una rosa más pequeña, de modo que los pilotos alemanes comenzaron a llamarla “La rosa blanca de Stalingrado”. Comenzó a ser temida, y al grito de “Achtung, Litvak”, los pilotos de la Luftwaffe se avisaban por radio de su presencia. Fue condecorada con la orden de la Bandera Roja el 17 de febrero.

En marzo de 1943, tras la derrota alemana en Stalingrado, el regimiento 73 fue trasladado a Donbass y desde allí Litvak derribó otros dos aviones enemigos teniendo a Salomatem como wingman. Ambos se alternaron en esta posición y fueron pareja fija tanto en el aire como en tierra firme, pues se habían enamorado.

El 15 de marzo, en la misma misión en la que derribó a su noveno adversario, ella misma fue derribada y herida en una pierna, aunque logró efectuar un aterrizaje forzoso y salvarse. Cuando se reincorporó al regimiento, fue elevada al rango de comandante de vuelo, una posición crucial, pues con frecuencia era el único piloto de la escuadrilla con mapas e instrucciones precisas sobre la misión, de modo que era un blanco preferente para los cazas alemanes. Salomatem murió al ser derribado, pero eso no la desanimó.

En su primer vuelo tras la muerte de su compañero se encontró con un caza alemán que llevaba en su fuselaje una veintena de insignias de victoria. Litvak se enfrentó a él y tras quince minutos de combate lo derribó: su décima victoria. Todavía iba a derribar dos aviones más, pero en una misión el 16 de julio fue atacada simultáneamente por tres Messerchmitts que lograron derribarla. Sobrevivió, y dos días después estaba en el aire otra vez, pero volvió a ser derribada y herida en la mano. Ese mismo día murió su colega y as Katya Budanova. En ambas ocasiones cayó tras las líneas enemigas, pero la primera huyó a pie y la segunda fue rescatada por un compañero de escuadrilla que aterrizó expresamente para salvarla.

Poco después, el 1 de agosto de 1943, a pesar de sus heridas despegó de nuevo como líder de un escuadrón enviado para interceptar a un grupo de bombarderos alemanes en el sector de Jarkov. En una emboscada perfectamente planeada surgió un enjambre de Messerchmitts para atacarles desde un banco de nubes por encima de ellos. Ocho se concentraron sobre Litvak y comenzó una lucha desesperada. Tres veces creyeron los alemanes haberse librado de esa diablesa volante y en cada ocasión había resurgido como el fénix de sus cenizas añadiendo nuevas rosas de victoria al fuselaje de su Yak-9. Ahora estaban decididos a que no escapase. Lo último que sus compañeros vieron de ella es su Yak tocado despidiendo humo y perseguido de cerca por los Me-109. Tenía 22 años. Los restos de su avión desaparecieron en la vorágine y no fueron localizados e identificados hasta 1979, cerca de Dmitrievka.

Los rusos tuvieron aviadoras luchando en casi todos los sectores del frente hasta el fin de la guerra. Marina Ráskova murió en combate en 1943 y fue honrada con un funeral oficial, el primero desde el inicio de la guerra, colocando sus cenizas en la muralla del Kremlin con los máximos honores militares. Al finalizar el conflicto, de las varias millares de aviadoras de combate soviéticas no quedaron vivas ni la mitad.
Leer Mas...

martes, 1 de noviembre de 2011

¿Puede provocar placer el dolor?


¿Está cómodo un faquir en su cama de clavos porque los dolores le dan gusto? Pues no.

Pero es auténtico que el cuerpo humano reacciona contra los dolores con una producción y distribución de endorfinas. Estas son las hormonas de la felicidad, cuyo nombre es una combinación de “endógeno” y “morfina”. Se trata, por tanto, de un “analgésico” que se puede generar dentro del organismo humano. También entran en acción en caso de inflamaciones o sobreesfuerzos físicos extremos. Además de mitigar los dolores, las endorfinas también sirven para la relajación y para conseguir un buen estado anímico que puede llegar al éxtasis.

Leer Mas...