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jueves, 23 de febrero de 2012

Historia del movimiento pacifista (1)


El pacifismo es el conjunto de ideas y de actitudes que se caracteriza por una oposición moral a la guerra como método para alcanzar fines políticos y resolver conflictos. Existen múltiples formas de pacifismo. Los radicales piden la disolución de los ejércitos y el fin de la fabricación y venta de armas. Otros activistas realizan campañas por cuestiones específicas (por ejemplo, detener las pruebas nucleares o controlar el comercio de armas ligeras). Unos grupos propugnan la oposición a la guerra usando formas de resistencia no violenta, mientras que otros impulsan el entendimiento, la cooperación y la mediación entre partes en conflicto y la promoción de la justicia social, al entender que la paz se logra en el marco de sistemas sociales justos. Además, el movimiento por la paz se ha ido diversificando en distintas tendencias, como el pacifismo religioso, el internacionalismo socialista y los movimientos de objeción de conciencia y de insumisión, entre otros.

En ocasiones, acciones individuales provocan respuestas que impulsan o dan fuerza a campañas concretas, como la de aquel soldado israelí de 19 años que a principios de este siglo se negó a participar en una misión dentro de los Territorios Autónomos alegando que esas zonas palestinas no son su país. Ante los jueces declaró: “Esta no es mi guerra”. Su caso constituye un símbolo para el movimiento pacifista israelí, opuesto a la guerra contra los palestinos, y su frase es la base de una campaña.

El pacifismo como movimiento social tiene menos de dos siglos de vida, pero sus orígenes se
remontan a las primeras culturas conocidas. En la antigua Grecia se creó una confederación de ciudades-Estado compuesta por doce tribus, cuyos miembros acordaron no atacar ni cortar el suministro de agua a los demás. Los Juegos Olímpicos tuvieron también una función “pacifista”. Las ideologías religiosas o filosóficas desempeñaron asimismo un importante papel. Muchas tradiciones religiosas valoran la paz, pero sólo en unas pocas ocupa una posición central. Entre éstas se encuentra el budismo que, en sus orígenes, exigía a sus adeptos la abstención de cualquier acto de violencia.

De igual manera, en sus orígenes, la Iglesia cristiana tuvo rasgos pacifistas. Durante los primeros siglos después de Cristo, los cristianos fueron perseguidos por el Imperio romano por negarse a servir en sus legiones. Su renuncia a las armas se inspiraba en las enseñanzas de Jesús, sobre todo en las del Sermón de la Montaña. Tras la conversión del emperador Constantino y la aparición de los cristianos realistas, estas posturas fueron consideradas herejes.

Erasmo de Rotterdam (1466-1536) fue uno de los más destacados pensadores renacentistas cristianos que condenaron la guerra. A pesar de que el clima de opinión en su época era de apoyo a la “guerra justa”, Erasmo representa uno de los primeros intentos humanistas de cuestionar el derecho divino de los reyes a emprender guerras. Abogaba por una renovación radical de la conciencia cristiana. Fue partícipe del ideal de una paz religiosa universal.

Jean Jacques Rousseau (1712-1778) afirmaba que la guerra entre los estados europeos constituía el obstáculo principal al progreso de las reformas propugnadas por la ilustración. Por ello, la razón exigía su desaparición, pero eso sólo se podía lograr mediante la formación de una federación de Estados europeos. Más tarde se convenció de que ninguno de los distintos países de Europa se sometería a una efectiva autoridad federal.

Por su parte, Immanuel Kant (1724-1804) ejerció una gran influencia en el desarrollo del derecho internacional del siglo XIX. Opinaba que la guerra es “opuesta al derecho”, aun cuando es inevitable. Mantuvo la necesidad del reconocimiento por parte de las naciones de la paz perpetua como meta. Actualmente, Kant es un referente para los que proponen que el sistema internacional funcione a base de pactos sobre cuestiones que configuran el bien común de la humanidad, como la protección de los derechos humanos, del medio ambiente o la paz.

Leon Tolstoi (1828-1910) condenaba no sólo la violencia de la sociedad contemporánea sino las condiciones socioeconómicas que la provocaban. Defendía la insumisión desde la no violencia, al tiempo que negaba la legitimación del Estado como monopolizador de la violencia institucional y social. Su concepción de la vida, basada en un sentimiento religioso antiautoritario, consistía en la confraternización igualitaria y libre de los seres humanos, la vida sencilla y natural opuesta al artificio de la modernidad, de los aparatos burocráticos y coercitivos institucionales.

El pacifismo moderno tiene su origen en las numerosas sociedades antibelicistas que se forman en EEUU y Gran Bretaña en los siglos XIX y XX. Grupos religiosos como los cuáqueros serán fundamentales para la generación de ligas por la paz y congresos internacionales. Otra fuente importante de la tradición pacifista procede del movimiento socialista internacionalista, que, sin embargo, se mostró muy contradictorio frente a las guerras mundiales. La Primera Guerra Mundial fue denominada “la guerra que nadie quería”. Los grupos pacifistas socialistas hicieron campañas contra el reclutamiento, pero se produjo una división. Un sector, que se denominó internacionalista, defendía la confrontación al considerar que se trataba de una “guerra para acabar con las guerras”. Otro, pacifista a ultranza, se negaba a luchar en cualquier guerra.

El referente mundial en el uso de la no-violencia lo constituyen las campañas de desobediencia
civil lideradas por Gandhi en la India contra la dominación colonial británica. Muy influido por Tolstoi, combinó en su doctrina elementos religiosos de los antiguos libros hinduistas y budistas, del Antiguo y Nuevo Testamento con tendencias anarco-pacifistas. A partir de la idea de “ahimsa” (ausencia de violencia), procedente del hinduismo, desarrolló la no violencia como filosofía y método de lucha colectiva. Con un alto nivel de concienciación y de compromiso moral y ético con la justicia, propugnó la renuncia a la violencia, apostando por cambios revolucionarios en la mentalidad de los seres humanos en los sistemas y estructuras. Comenzó su trayectoria luchando a favor de los derechos de los indios en Sudáfrica (1907-1914), organizando la huelga de fábricas de Ahmedabad, en la India (1917) y la campaña a favor de los intocables (1924-1925). Su famoso Movimiento de Desobediencia Civil (1930-1934) se oponía al empobrecimiento rural, a la cartelización de la industria textil impuesta por el Imperio británico, que discriminaba a la India, y al sistema de castas. En 1942, Gandhi propició otro movimiento a favor de la descolonización (“Quit India”) que desembocó en la Conferencia de la Mesa Redonda de Londres y sentó las bases de la posterior independencia de la India.

El pacifismo de los años cincuenta nació a partir de que EEUU lanzara la bomba atómica contra Japón en 1945. En Inglaterra comenzó, en 1958, la Campaña por el Desarme Nuclear (CND), que agrupó a científicos, intelectuales y profesionales. El pacifismo antinuclear experimentó auges y caídas, hasta alcanzar su momento de máxima intensidad en los ochenta, cuando se puso en marcha una extensa campaña europea (European Nuclear Disarmament), mientras la CND contaba con más de 100.000 miembros. Al mismo tiempo, el movimiento se extendió hacia otras áreas geográficas como África, Oriente Próximo o el Pacífico Sur.

(Finaliza en la siguiente entrada)

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