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miércoles, 3 de octubre de 2012

¿Por qué los ingleses conducen por la izquierda?


Esto que hoy día constituye la excepción, fue en otro tiempo la norma. En todo el mundo, cuando los viajeros atravesaban el campo para dirigirse de un lugar a otro, lo hacían marchando por la izquierda del camino. Porque a lo largo de esas caminatas a través de kilómetros de bosques y llanuras, nuestro viajero se podía encontrar en cualquier momento con un malhechor y antes de cruzarse con él, nada permitía adivinar si venía en son de paz o de guerra.

Por eso el viajero se protegía y estaba listo para echar mano a la espada, que llevaba a la izquierda, con la mano derecha. Y para poner de su lado la suerte, más valía caminar por la izquierda para controlar la amplitud de su gesto cuando hacía frente al asaltante. Por razones parecidas, los caballeros circulaban también por la izquierda.

Un elemento de utilidad vino a reforzar esta práctica. A lo largo de los siglos, las rutas se fueron jalonando de pequeños bolardos que permitían a los caballeros, vestidos a veces con sus pesados accesorios (armaduras, espadas) montar a caballo más fácilmente. Y como la espada se llevaba a la izquierda, la costumbre era montar por la derecha sobre la izquierda del animal. Incluso sin espada, los caballeros ya montaban y desmontaban por la izquierda del animal. Sea como fuere, para utilizar esos bolardos el caballero se mantenía a la izquierda del camino. Y, una vez a caballo, tenía la tendencia a seguir por esa mano.

Sin embargo, hasta mediados del siglo XIII ningún país sintió la necesidad de regular el flujo circulatorio. El papa Bonifacio VIII (1235-1303), el que dijo que “todos los caminos conducen a Roma”, se puso rápidamente manos a la obra y aconsejaba a los peregrinos que acudían a la Ciudad Eterna que anduvieran por la izquierda del camino. Ese edicto papal hizo que todos los caballeros de la Europa Occidental circularan por la izquierda durante más de cuatro siglos.

 


La revolución se produjo hacia finales del XVIII con la llegada al mercado americano de un nuevo tipo de vehículo: la conestoga. Esta enorme carreta tirada por seis u ocho caballos emparejados y dotada de cuatro grandes ruedas, fuerte y manejable, se utilizó al principio para transportar trigo por los valles de Pensilvania. Muy apreciada por su funcionalidad, rápidamente se impuso en los estados vecinos. Después la conestoga se hizo indispensable como medio de transporte de todo tipo de mercancías. Y en Europa se empezaron a utilizar unas carretas parecidas.

Característica especial de esta carreta es que no tenía asiento para el cochero. Y, desafiando el sentido de la historia, este pequeño detalle modificó al menos el sentido de la circulación porque, para conducir la carreta, el cochero iba montado en el caballo de la izquierda de la última pareja (la más cercana al carro), un lugar estratégico para controlar mejor todo el tiro utilizando eficazmente el látigo con la derecha. Las carreteras eran generalmente estrechas para este tipo de vehículo y, al cruzarse con otro, el cochero podía vigilar mejor la maniobra volviéndose hacia atrás, evitando por ejemplo que las ruedas chocaran.

En 1792, Pensilvania adoptó la primera ley que hizo oficial la conducción por la derecha. Los demás estados siguieron el ejemplo.

La mayor parte de los países europeos ya tenían carretas parecidas, y el mismo uso dio origen a las mismas consecuencias. Además, la llama revolucionaria francesa aprovechó para anular una costumbre decretada por un Papa y, a finales del siglo XVIII, Francia circulaba ya por la derecha, una costumbre que Napoleón impuso en todos los países que invadió.

Todo el mundo sabe que Gran Bretaña escapó a las garras del emperador. Pero la razón que diferencia
hoy a los británicos por su modo de conducir procede también de las carretas. Porque los británicos no adoptaron la conestoga, sino que prefirieron un modelo más pequeño, tirado casi siempre por dos caballos y, “British confort” obliga, con asiento para el cochero.

Con tal vehículo, el cochero se situaba naturalmente a la derecha del asiento, sobre todo para no molestar a un posible pasajero con el famoso látigo que blandía con la mano derecha. De esta manera circulaba por la izquierda del camino para vigilar la maniobra en los cruces. Por eso los ingleses siguen circulando por la izquierda de la calzada, igual que otros países que en el siglo XIX pertenecieron al imperio británico.

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