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lunes, 28 de octubre de 2013

Recogida y reciclado de residuos solidos - una tarea pesada




Cada año, miles de toneladas de basura son arrojadas sobre ríos, océanos y tierras de nuestro planeta, poniendo en peligro un futuro cada vez menos lejano. A pesar de que el reciclado es una alternativa válida en cuanto a la forma de tratar los residuos, el ritmo al que éstos crecen parece desafiar cualquier intento de paliar uno de los mayores problemas a los que se enfrenta la sociedad de hoy.

Nuestro planeta está empachado. Su vieja panza rebosa plásticos, vidrios, hierros y un sinfín de materiales que np puede –que no sabe- digerir. Sus moradores lo alimentan con los despojos más inútiles, más nocivos. Lo engordan con las sobras, con lo que nadie quiere, sin saber que, poco a poco, va enfermando de manera irreversible.

En épocas pasadas, los residuos de nuestros ancestros tenían una naturaleza muy distinta. Prácticamente todo lo que se tiraba era reciclado por la propia Tierra, reutilizado sabiamente e incorporado de nuevo a la vida. Existían pocos desechos que la Naturaleza no fuera capaz de asimilar y éstos, como la hoja de un cuchillo o de cualquier otra herramienta, eran objetos demasiado preciados para ser abandonados por puro capricho.

En nuestros días, sin embargo, el brutal crecimiento de la población, el desarrollo de una tecnología cada vez más sofisticada y el despilfarro provocado por un frenético modo de vida basado en la posesión y la comodidad están haciendo de la basura un problema de consecuencias imprevisibles, desde la falta de espacios donde acumular los desechos hasta el grave impacto que producen sobre la salud del planeta.

Aunque los consumidores han utilizado plásticos durante sesenta años, su uso para diferentes envases se ha incrementado de forma alarmante durante los últimos treinta años. En 2011, solo en Estados Unidos, se fabricaron 14 millones de toneladas de plástico, como contenedores y envases, otros 11 millones de toneladas como parte de objetos de larga duración, como electrodomésticos, y otros 7 millones de toneladas de materiales de un solo uso, como platos y cubiertos. Sólo el 8% de ese plástico fue recuperado para reciclaje.

La composición de la basura ha ido variando a través del tiempo y en función del lugar donde se
origina. Hoy en día, los residuos sólidos urbanos se pueden clasificar en tres grandes bloques, que implican problemas y soluciones concretas para cada uno de ellos. Los residuos inertes están formados por materiales empleados en la construcción, como cañerías, ladrillos, metales, vidrios… Los productos orgánicos procedentes de los restos de comida se incluirían en los llamados residuos fermentables; y el papel, el cartón y los plásticos en los residuos combustibles, cuyo destino, a pesar de su nombre, no debería ser la combustión, sino el reciclado.

Hace algún tiempo, recorrer la ciudad con un desvencijado carro en busca de chatarras, trapos, cartones o botellas era una tarea relativamente frecuente. Los chatarreros y traperos se anunciaban a pleno pulmón recuperando todo aquello que en las casas ya parecía no ser útil, mientras recolectaban un valioso tesoro de desperdicios. Aún en nuestros días, en muchos lugares del mundo, un buen número de familias obtiene de la venta de desperdicios los ingresos suficientes como para seguir subsistiendo.

Pero el vertiginoso aumento de los residuos urbanos, tanto en cantidad como en diversidad, genera un irrecuperable amasijo de restos de comida, cristales, plásticos y papeles que carecen de utilidad incluso para aquellos improvisados recicladores urbanos.

Se hace necesaria, pues, una selección previa desde los hogares y las empresas para el posterior tratamiento de los residuos de acuerdo con su naturaleza. Los residuos orgánicos son una excelente fuente de fertilizante para las tierras de cultivo. El papel y el cartón pueden reciclarse para elaborar más papel y más cartón sin necesidad de acudir continuamente a la fibra virgen, es decir, a la que se obtiene directamente de los árboles, haciendo que el impacto ecológico sobre los bosques sea considerablemente menor.

El caso del cristal no es muy diferente. La elaboración de cristal virgen exige una explotación de minerales en una cuantía económica muy superior al del propio cristal.

Desgraciadamente, son muchos los vertidos de basuras que se producen de manera incontrolada. El
cauce de un río, una ladera o un descampado pueden convertirse, de la noche a la mañana, en una montaña de desechos con una imparable capacidad de crecimiento. Las consecuencias, además del negativo impacto visual con el que una zona puede quedar afectada, pueden acarrear serios problemas de salud. Los vertidos incontrolados atraen a animales no deseados –como determinados insectos o roedores- con gran capacidad para la propagación de enfermedades.

Estos inconvenientes se remedian, en parte, con la creación de vertederos sanitariamente controlados, en los que los residuos son compactados y aislados del exterior mediante capas de arcilla. Las basuras, al no estar en contacto con el aire, se someten a un tipo de fermentación llamada anaerobia –sin presencia de oxígeno-, en la que se forman gases como el metano o el dióxido de carbono, que pueden aprovecharse como fuente de energía.

Un vertedero sanitariamente controlado, siempre que cumpla una serie de requisitos y garantías, puede ser ventajoso desde el punto de vista económico y ambiental y una solución para todos aquellos materiales no reciclables.

La solución que mejor ataja el problema de la basura es no crear basura. La promoción de un producto de moda, la asepsia llevada a extremos irracionales o la comodidad hacen de cualquier acto de la vida cotidiana, por trivial que resulte, una excelente oportunidad para crear residuos.

Sirva como ejemplo el típico regalo impecablemente envuelto en un determinado tipo de papel, bajo
el cual se halla otro papel de diferente textura, que esconde una caja de gran tamaño, que alberga una sofisticada estructura de cartón, que protege una cajita de madera en cuyo interior, abrigado por un mullido envoltorio de burbujas de plástico, se encuentra un diminuto y decepcionante recuerdo de vacaciones. Reducir, por tanto, es un paso imprescindible del que se debe tomar conciencia para no incrementar de manera innecesaria el volumen de los desechos y el gasto de energía.

La segunda erre encabezaría el siguiente paso: reutilizar. Son muchos los productos de usar y tirar que se manejan en una sociedad moderna. Un ejército de maquinillas de afeitar, servilletas, botellas, cucharillas para el café, pañuelos, pañales o manteles invade nuestro cubo de basura con total impunidad.

Un ejemplo clásico es el de las botellas de refresco. Se fabrican cientos de diseños diferentes para un mismo volumen de bebida cuando podría existir un modelo único que se reutilizarse a lo largo y ancho de un país tras las oportunas medidas de higienización. Con ello, se reduciría en diez veces el consumo de energía y el peso de las basuras.

Reciclar, la siguiente medida, exige una selección previa de los materiales de interés, es decir, papeles, vidrios, plásticos, metales y materia orgánica. Diversas experiencias serias de reciclado en algunas ciudades han demostrado que al menos el 85% de lo que antes se llamó basura es material recuperable. Existen, no obstante, dificultades en el reciclado de algunos productos, como ciertos plásticos o las pilas domésticas. Éstas contienen mercurio, cadmio, plomo y otros metales, que se convierten en contaminantes altamente tóxicos y suponen un serio peligro si entran en contacto con cursos de agua. El reciclaje es difícil al no existir compañías con la suficiente tecnología para procesarlas y no hay una infraestructura de recogida conveniente.

A pesar de los esfuerzos y por muchos y eficaces que quieran ser los métodos para minimizar el impacto que supone la avalancha de residuos a la que el planeta está sometido, la única forma real de detenerla es un cambio radical en la forma de vida.

Se hace necesario, pues, conjugar de manera sabia el desarrollo de la humanidad sin comprometer la salud del gran lugar donde habita antes de que ella misma forme parte de esa gran riada de residuos sólidos.

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