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sábado, 23 de noviembre de 2013

Parapsicología y Ciencias Ocultas: las otras "ciencias"




El ocultismo es un conjunto de prácticas e ideas, a veces contradictorias entre sí, que coinciden en postular la identidad entre el ser humano y el cosmos. Desde hace algo más de un siglo, la parapsicología ha sido el intento científico por desentrañar los mecanismos con los que la mente parece influir directamente en la materia, el tiempo y el espacio.

Según la filosofía ocultista, el universo y el individuo está íntimamente relacionados y se expresan mutuamente; uno refleja al otro. Según la Tabla Esmeralda, un famoso texto hermético: “Lo que está arriba es como lo que está abajo, y lo que está abajo es como lo que está arriba, a fin de que se cumpla el milagro de lo Uno”. Así que, si se quiere conocer el estado global de un individuo, para el ocultista lo lógico será estudiar el cosmos. Ese es el sentido de la astrología, que en la combinación de planetas y signos del zodiaco halla un lenguaje simbólico que no determina al individuo, sino que lo expresa. El mismo razonamiento subyace en la quiromancia: las líneas de la mano expresan la totalidad de la persona: pasado, presente y futuro.

Pero no sólo se puede observar pasivamente a la naturaleza, sino que se la puede interrogar, invitarla a que actúe. Se supone que se expresará plenamente en el azar interpretado con un sistema simbólico preestablecido: por ejemplo, las cartas del tarot o las monedas de I Ching, un sistema oracular chino que consiste en lanzar seis veces un grupo de tres monedas hasta formar un hexagrama. Cada hexagrama se corresponde con un texto que, en un lenguaje muy ambiguo, da una serie de indicaciones sobre el estado del sujeto y aconseja sobre la mejor decisión a tomar.

Las mancias

La adivinación occidental nace en las prácticas oraculares romanas y griegas. Se trata o bien de producir fenómenos azarosos, o bien de un adiestramiento del vidente, que aprende a entrar en estados alucinatorios. Este es el caso de la observación por la bola de cristal. La bola ha de estar completamente limpia y pulida, y el adivino pierde en ella su mirada hasta que aparecen una secuencia de imágenes más o menos definidas que se interpretan como respuesta a la pregunta formulada.

Una técnica parecida se usa en la catoptromancia –adivinación por medio de espejos: en un cuarto en penumbra el vidente se concentra en la llama de una vela reflejada y deja surgir las imágenes.

También el agua, preferentemente la de rocío, es utilizada para prever el futuro, y se sigue el mismo
procedimiento de pasividad alucinatoria. Pero el agua permite también las técnicas basadas en el azar: se echa un objeto en el recipiente y se responde a una pregunta según la cantidad y tipo de ondas que se forman en la superficie.

La piromancia consiste en intentar dar la respuesta mirando el fuego, buscando un sentido en las formas y colores de sus lamas.

Con las cenizas se practica otra técnica: se extienden y se escribe en ellas la pregunta, a continuación se sopla por encima y la respuesta dependerá de qué sílabas o letras no se hayan borrado.

Hay infinidad de mancias basadas en procesos casuales: adivinación por los posos del café, manchas de tinta, forma de caer unos alfileres, formación de figuras cuando la crea fundida se solidifica al entrar en contacto con el agua o la ovoscopia, que consiste en que la persona que quiere consultar algo lleva un huevo al vidente y éste, al cascarlo, podrá dar respuesta las preguntas de su cliente.

Quizás haya tantas mancias como videntes. No interesa tanto la técnica concreta, sino la idea de fondo: lo universal refleja lo particular; el azar, los hechos determinados por el destino; el momento expresa el futuro, y el espíritu está emparentado con la materia y puede afectarla, de la misma manera que la transformación de la materia puede transformar el espíritu: ésa era la aspiración de muchos alquimistas, que “torturando” la materia en sus laboratorios no buscaban el que llamaban oro vulgar, sino la transformación del espíritu del alquimista: la sabiduría.

La filosofía

El pensamiento ocultista parte del hermetismo, el gnosticismo cristiano y la cábala judía. El
hermetismo se basa en las revelaciones hechas por Hermes Trimegisto –en griego, “tres veces grande”-, una figura legendaria relacionada con el Hermes de los griegos, el Thoth de los egipcios y el Mercurio de los romanos, a quien se le atribuye la redacción de la Tabla Esmeralda.

El gnosticismo defendía que un dios inferior, el demiurgo –en griego, “artífice del mundo”- es el responsable de la creación de este mundo lleno de dolor y falsedad. Para liberarse sólo hay un medio: la gnosis –conocimiento en el sentido de “intuición” – directa del Dios bondadoso, y superior al malvado demiurgo.

La Cábala también pretende ser un acercamiento directo a Dios. En el momento de la creación, la Torá –los cinco primeros libros del Antiguo Testamento- estaba frente al creador como una serie de letras. Debido al pecado de Adán, las letras se unieron de una forma determinada, aunque podrían haberlo hecho de otra cualquiera y expresar otro sentido. Este sentido es el que busca el cabalista recombinando las letras de la Torá por diferentes métodos.

A través de la adivinación, la magia, la astrología y la alquimia, todas estas ideas estuvieron muy presentes, aunque de forma no oficial, en el pensamiento de Occidente: al propio Tomás de Aquino (1225-1273) se le atribuyen escritos alquimistas redactados, supuestamente, al final de su vida –la “Aurora consurgens”-. Paracelso (1490-1541) mezcló en sí al místico, al filósofo, al astrólogo, al alquimista y el médico que con sus diatribas en contra de la medicina oficial del momento iba escandalizando las universidades europeas. Hay quien la atribuye la fundación o renacimiento de la Fraternidad Rosacruz. Renacimiento porque sus miembros pretenden para su orden una existencia bien antigua: desde el siglo XV a. de C. De hecho, los rosacruces afirman ser los herederos del conocimiento oculto del antiguo Egipto. Otros atribuyen este renacimiento al alemán Christian Rosenkreutz (1378-1484, es decir, 106 años de vida). Pero todo esto parecen más orígenes míticos, pues los rosacruces no se manifestaron como tales antes del siglo XVII, y llevados por un intenso secretismo, no dejaron traslucir cuáles eran sus ideas ni quiénes sus miembros: “También nuestra sede, aunque cien mil personas la hayan visto de cerca, permanecerá eternamente inviolable, indestructible y oculta al mundo entero”, decían en uno de sus manifiestos.

De la anglorusa Helena Blavatsky (1831-1891) se asegura que era capaz, entre otras cosas, de
comunicarse telepáticamente, leer documentos ocultos, variar el peso de las cosas o hacer sonar voces. En 1872, fundó en Nueva York la Sociedad Teosófica. Escribió una extensa obra en la que buscaba una síntesis entre la cultura oriental y la occidental que llevara a una revelación del sentido de la existencia y las leyes de la evolución universal. Blavatsky resumió en tres puntos los objetivos de su sociedad: crear una Fraternidad Universal sin distinción de raza, sexo o credo; estudiar todos los textos sagrados de todas las religiones y, en concreto, reivindicar la importancia de las literaturas brahmánica, budista, taoísta, sufista y zoroastriana; y, por último, investigar la parte oculta de la naturaleza, especialmente los poderes psíquicos latentes del hombre.

Los espiritistas buscan estos mismos poderes, que atribuyen a los muertos. Parten de dos premisas: que el alma existe antes y después de la vida del cuerpo y que es posible la comunicación con esas almas. La creencia en la reencarnación les lleva a adoptar como ideal el perfeccionamiento infinito de los seres humanos e intentar demostrar experimentalmente la supervivencia del espíritu. Sus pruebas son los fenómenos que se dan durante las sesiones espiritistas: ruidos, levitaciones de muebles y personas, curación de enfermedades, aparición de objetos o, directamente, la voz del fallecido o su imagen flotando en la sala. Con la aparición de los primeros investigadores científicos de lo paranormal se demostró que muchos de los médiums más famosos eran en realidad hábiles ilusionistas. Aunque no todos.


La parapsicología

A mediados del siglo XIX, algunos médicos comenzaron a interesarse por estos fenómenos y también
por la hipnosis como psicoterapia, especialmente para casos de histeria. El hipnotismo dio lugar al psicoanálisis, que pronto sustituyó esta técnica por la asociación de ideas y al análisis de los sueños. Pero otros médicos continuaron experimentando fenómenos telepáticos bajo los efectos de la hipnosis, así como su relación con el desdoblamiento de la personalidad –trances hipnóticos y posesión mediúmnica-, lo que dio origen a técnicas como la regresión hipnótica, no ya a momentos de la infancia, sino a supuestas vidas anteriores del sujeto hipnotizado, que era capaz de recordar detalles de épocas lejanas y hablar idiomas ajenos a él hasta el momento.

Los parapsicólogos denominan a este fenómeno memoria extracerebral y hablan de casos resueltos y casos no resueltos. Un caso no resuelto se da cuando una persona, generalmente un niño, muestra los síntomas de recordar una época pasada y un lugar extraño, pero no se consigue verificar la realidad histórica de la persona que afirma haber sido. Un caso resuelto es aquel en el que se consigue casar los datos con los de una persona que vivió y murió.


La percepción extrasensorial

Dicen los parapsicólogos que la telepatía es el fenómeno que más frecuentemente se da en los seres humanos sin necesidad de desarrollar aptitudes especiales y de los más sencillos de reproducir en el laboratorio. Cuando la relación no es de sujeto a sujeto, sino de objeto a sujeto, se habla de clarividencia. El clarividente percibe objetos o acontecimientos lejanos: puede leer papeles ocultos en una caja fuerte, presenciar sucesos que ocurren a cientos de kilómetros de distancia o percibir colores y leer textos por simple contacto con su piel. Algunos clarividentes lo son sólo con objetos muy determinados, por ejemplo, pueden adivinar medicinas escondidas o describir al autor de una carta cuando tocan el sobre.

La precognición es un caso especial de percepción extrasensorial: el individuo recibe información por canales no sensoriales, pero además tiene otra particularidad especialmente inquietante: el salto en el tiempo. Uno de los experimentos realizados por los parapsicólogos ha recibido el nombre de “test de la silla”. Consiste en predecir con semanas de antelación quién se sentará en determinada silla de un sitio público. Afirman que en este tipo de pruebas los niños dan mejores resultados que los adultos y que una amplia cultura y una fuerte creatividad disminuyen la capacidad precognitiva.


Poltergeist

Uno de los fenómenos más complejos estudiados por los parapsicólogos son los poltergeist –en
alemán, “espíritu ruidoso”-; los fenómenos no se atribuyen al más allá, sino a una persona específica a la que se llama epicentro y que muestra poderes psicocinéticos –capacidad de mover objetos con la mente. El fenómeno más común es el ruido: muebles arrastrados, voces y golpes de gran intensidad. Luego, objetos de cualquier tamaño que se mueven: llaves que se salen de las cerraduras, vasos deslizados, libros y sillones que levitan…. Los poltergeist pueden durar apenas unos días o extenderse varios meses. Los parapsicólogos dicen que se deben a la estimulación de las capacidades psicocinéticas del epicentro debido a una crisis psicológica. Los individuos que actúan como epicentro suelen ser jóvenes, más frecuentemente muchachas, alrededor de los veinte años de edad, y no es raro que presenten graves trastornos psicológicos –neurosis, esquizofrenia paranoide- o bien que atraviesen crisis relacionadas con la pubertad.

Psicofonía, psicofotografía y cámara Kirlian

Las primeras psicofonías sucedieron accidentalmente en 1959: en las grabaciones que del canto de los pájaros hacía un ornitólogo apareció el fragmento de una frase: “cantos de esas avecillas”. Durante la grabación, nadie, aparte el ornitólogo, estaba presente. Además, algunos de los gorjeos, decían, no se correspondían con los pájaros de la región. Sucesivas grabaciones aportaron nuevos fenómenos de este tipo. Desde entonces, las psicofonías han sido una práctica preferente de los parapsicólogos aficionados –sólo hace falta una grabadora y mucha paciencia-. En estos registros aparecen ruidos y voces, aunque suele ser muy difícil distinguir qué dicen por la extrema debilidad de la señal, los ruidos ambientales y la reverberación que suele acompañarlas. Para unos, estas psicofonías son sonidos de las almas de los muertos para otros, son interferencias radiofónicas y para otros su origen está en la actividad del inconsciente de los vivos, que sería capaz de grabar en las cintas de misma manera que, dicen, algunos sujetos son capaces de impresionar placas fotográficas con el pensamiento.

El primer caso documentado de psicofotografía se dio en 1963. Ted Serios decía ser capaz, al
principio de la sesión, de velar las fotografías que se le hacían. Al cabo de una o dos horas –cuando, por cierto, había ingerido ya una buena cantidad de whisky- empezaba a grabar su rostro, pero desde el ángulo contrario al que era fotografiado –es decir, imprimía su propia perspectiva de la habitación, no la de la cámara-. También lograba imprimir en las placas imágenes inusuales de edificios famosos. Llegó a grabar cintas de vídeo en las que aparecía y desaparecía su rostro en una nebulosa. Incluso encerrado en una jaula de Faraday –una habitación en la que una persona queda aislada de todo tipo de radiación electromagnética-, Ted Serios fue capaz de impresionar placas situadas en el exterior. Serios dijo perder sus poderes en 1969, pero dejó cientos de fotografías supuestamente realizadas bajo control –el whisky sólo lo tomaba Ted, no los experimentadores- para evitar todo posible fraude. Al final, sometido a un estudio riguroso, Serios fue desenmascarado por magos como James Randi, que replicó el truco en directo en un programa de televisión explicando su funcionamiento.

A mediados de siglo, un investigador presentó unas fotos en las que se veía una mujer tumbada y, sobre ella, una nebulosa. Según el autor, era el alma de su esposa desprendiéndose del cuerpo en el momento de fallecimiento. Este investigador, Hippolyte Baraduc (1909), fue uno de los pioneros de la efluviografía, técnica que después desarrollaron Semyon Davidovich Kirlian (fallecido en 1978) y su esposa Valentina Khrisanova Kirlian. Su método de fotografía consistía en una placa de vidrio y un electrodo conectado a alta tensión. Con este aparato los objetos fotografiados –partes del cuerpo, hojas- aparecen rodeados de un halo que, para algunos es la fotografía, pero que en realidad no es más que el efecto corona debido a la alta tensión eléctrica. Las fotografías parecen revelar una relación entre los colores y los estados emocional y físico del individuo, pero eso no tiene que ver tanto con el aura como por la conjunción de otros factores, como las reacciones de ácido láctico, potasio y aminoácidos, la grasa, el sudor, las bacterias, el grado de humedad y otros contaminantes ionizados.

La parapsicología ha conseguido reunir observaciones y datos sobre hechos antes apartados del estudio científico. Ciertamente, ha conseguido separar muchos fraudes, pero ha confirmado otros y, sobre todo, no ha logrado una teoría general válida que explique sus mecanismos y en qué consisten las fuerzas en juego. Hay más hipótesis que fenómenos a explicar.

Los parapsicólogos se dividen en dos grupos: los materialistas, que defienden que los hechos paranormales son fruto de la aún mal conocida estructura cerebral, y loes espiritualistas, para quienes los procesos mentales se deben a un alma responsable de los fenómenos paranormales. Esta división se vio reforzada durante la Guerra Fría: los parapsicólogos soviéticos y afines adoptaron una postura materialista, y los estadounidenses y afines, una espiritualista. Hoy, muchos parapsicólogos ponen gran parte de sus esperanzas en que la física de con nuevos descubrimientos que permitan explicar estos hechos.

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