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jueves, 20 de febrero de 2014

Racionalización de la explotación forestal – Hacia el uso y disfrute sensatos de un tesoro agotable.






Desde el principio de la historia, el hombre ha utilizado los recursos forestales, pero el aumento de la población mundial y el aprovechamiento masivo o incontrolado de estos recursos han originado la desaparición o la degradación de buena parte de las masas boscosas del planeta. La existencia de tecnologías como la selvicultura y la ordenación de montes permite una explotación racional de los recursos forestales, al mismo tiempo que asegura su supervivencia.

Hoy se habla continuamente del uso incontrolado y de la sobreexplotación de los recursos forestales del planeta –un tercio de él está cubierto de bosques-, que amenazan con la desaparición de las masas boscosas. La deforestación es un problema serio: alrededor del 33% de los bosques que cubrían la Tierra ha sido destruido y se ha modificado profundamente el 65% restante- principalmente maderero- debido a la explotación humana.

Los productos que ofrece el medio forestal se pueden dividir en dos grandes grupos, que han de compatibilizarse mediante una buena ordenación de los recursos naturales: a) productos directos, bienes o materias primas: madera, corcho, resinas, frutos, pastos, leña, corteza, hongos comestibles, caza, plantas medicinales y aromáticas, etc; y b) productos indirectos, servicios o externalidades: regulación del ciclo hidrológico, paisaje, funciones recreativas y educativas, mantenimiento de la vida silvestre y la biodiversidad, etc.

Si se utilizan los recursos excesiva e irracionalmente, los suelos se empobrecen y la superficie forestal decrece alarmantemente; pero si los bosques se utilizan ordenadamente, mantienen su equilibrio natural y el suelo no se deteriora. Ahí radica la importancia de las ciencias forestales, que, gracias a tecnologías como la selvicultura y el inventario y la ordenación de montes, contribuyen a la explotación racional de los recursos forestales que satisfaga las necesidades humanas de materia prima, al tiempo que asegure la pervivencia de las masas boscosas.

La selvicultura o silvicultura se define como la aplicación del conocimiento de la estructura y las formas de reproducción y agrupación de las especies vegetales boscosas de forma que se obtenga de ellas una producción continua de bienes y servicios y, a la vez, se respete el equilibrio de los ecosistemas forestales. La selvicultura es una tecnología que aplica los conocimientos aportados por
ciencias como la botánica, la fitosociología –estudio de la convivencia de las distintas especies-, la climatología y la edafología –estudio de los suelos-, estableciendo unas líneas de actuación según casos reales y concretos que cumplan siempre un principio básico: la persistencia de la masa en buen estado, ya que es ésta la que proporciona los beneficios directos e indirectos.

Las actuaciones o tratamientos selvícolas se pueden definir como el conjunto de operaciones que hay que realizar para organizar los aprovechamientos y la regeneración de las masas forestales. Aunque los principios y los conceptos generales son iguales en todas partes, los tratamientos posibles son muy variados según la zona del globo y el tipo de bosque: tropical, mediterráneo, boreal…

La selvicultura, a la hora de decidir las diferentes actuaciones que se van a realizar o las especies con que repoblar una determinada zona, estudia los llamados caracteres culturales de las especies forestales; a saber, la habitación o área geográfica que ocupa de forma natural o artificial una determinada especie; la estación o conjunto de valores y límites de tolerancia óptimos de los factores ecológicos que tienen influencia en la vida –crecimiento y reproducción- de una especie forestal: temperatura, humedad ambiental, precipitaciones, viento, radiaciones solares, profundidad, fertilidad y capacidad de retención de agua del suelo, factores topográficos como pendiente, altitud y exposición…; el temperamento: preferencias o necesidades de una determinada especie en cuanto a grado de iluminación o sombra en sus primeras edades para su buen desarrollo; el porte y el enraizamiento, es decir, la morfología y las características de la parte aérea y subterránea de las plantas; el crecimiento en altura y en volumen, la longevidad y las formas de reproducción de la especie.

El inventario y la ordenación de montes son fundamentales a la hora de planificar la explotación
racional de los recursos forestales. Antes de realizar cualquier actuación en el monte, es necesario que éste se encuentre ordenado; es decir, dividido en diferentes zonas de tamaño más o menos pequeño, en cada una de las cuales se llevará a cabo –en distintos periodos y de modo más o menos gradual- una serie de actuaciones en función de las características de las especies vegetales que las pueblen, de las características del suelo, del clima, etc, y de la función –recreativa, productora de frutos, de madera, etc o protectora del suelo- que se haya asignado a cada zona. Mediante estas divisiones y subdivisiones del terreno forestal se consigue distribuir en el espacio y en el tiempo los aprovechamientos y las actuaciones selvícolas y compatibilizarlos con la pervivencia de las masas forestales y del equilibrio ecológico.

Igualmente importante es haber llevado a cabo, previamente a la ordenación, un inventario de los recursos forestales y de su crecimiento y distribución espacial para así poder llevar a cabo una perfecta planificación y cuantificación de lo que se puede extraer sin perjudicar a la masa.

Las principales limitaciones actuales de un técnico forestal para establecer unos tratamientos, ordenar los montes y racionalizar la explotación de sus productos son de tipo técnico –falta de maquinaria, materiales adecuados o medios económicos- y social –trabas administrativas y legales, presiones sociales y, sobre todo, inexistencia de una política forestal racional y equilibrada-. Al ser la sociedad al mismo tiempo destinataria y reguladora de los bienes y servicios del bosque, el sector forestal –una de las infraestructuras básicas- debe ser amparado por una correcta política forestal.

La evolución histórica del estado de los bosques y de su aprovechamiento racional ha estado ligada
en la historia a los respectivos niveles culturales, sociológicos y políticos. La evolución de la selvicultura como ciencia aplicada ha sido paralela a la constatación social de que era necesario controlar racionalmente el proceso, al aumentar la demanda de productos forestales a causa del aumento de población y del desarrollo industrial, mientras que la oferta permanecía constante o incluso se reducía. Se produjo simultáneamente el avance científico en las disciplinas básicas de la selvicultura, lo que posibilitó su aplicación y la revisión de las prácticas aplicadas hasta la fecha.

Aunque ya a principios de la era cristiana los antiguos romanos realizaron prácticas de tipo selvícola y enriquecieron sus bosques con nuevas especies, la preocupación por el estado de los bosques y por
su tratamiento es algo relativamente moderno: surgió en Alemania a principios del siglo XIX como un movimiento científico en pro de la defensa de los montes. Entonces, la sociedad empezó a darse cuenta de que había que proteger los bosques, degradados por una serie de circunstancias históricas: guerras, talas incontroladas para la construcción naval, roturaciones excesivas, pastoreo desordenado e incontrolado..-. Surgieron así varias escuelas forestales en las que se enseñaba la nueva ciencia. Una de las figuras más importantes fue Heinrich Cotta (1763-1844), considerado como uno de los creadores de la moderna selvicultura tras la publicación de su libro “Consejos selvícolas”.

A partir de entonces, la selvicultura fue evolucionando e incorporando nuevas tendencias y enfoques. El profesor muniqués Karl Gayer propugnó en 1880 una selvicultura próxima a la Naturaleza, que flexibilizara las hasta entonces rígidas ordenaciones de montes y que diese un mayor protagonismo a la regeneración natural de los bosques. En el siglo XX, la selvicultura ha estado marcada por corrientes diversas y modas a menudo pasajeras, mientras se iba formalizando lo que se ha denominado selvicultura general y se iban desarrollando multitud de técnicas específicas aplicadas a casos en concreto.

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