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viernes, 18 de julio de 2014

Registro de imágenes: Fotografía, Cine y Vídeo – La imagen se hace memoria



Durante mucho tiempo, la idea de inmortalizar imágenes se convirtió en una obsesión para el ser humano. Después de un primer acercamiento con la aparición de la fotografía, hasta finales del siglo XIX no tomó forma la idea de proyectar imágenes en movimiento. Tras la llegada del cine en color y el despegue de la televisión, quedaba la posibilidad de registrar imágenes bajo un formato accesible parea el gran público: el vídeo. Todos ellos, fotografía, cine y vídeo se encuentran a nuestro alcance, formando parte de una realidad tan cotidiana como desconocida.

Si se toma una caja cerrada, se pinta de negro en su parte interior y se perfora de tal forma que la luz pase a través de un orificio e incida sobre una superficie fotosensible, ante nuestros ojos aparecerá un instrumento óptico capaz de realizar fotografías. Ésta es l a cámara fotográfica más elemental. A pesar de su simplicidad, esta rústica cámara es incapaz de definir perfectamente una imagen. Para conseguir un enfoque adecuado y una reproducción veraz de la imagen, es necesario recurrir a cámaras más complejas, que basen su funcionamiento en simples principios ópticos y químicos.

La lente u objetivo de la cámara proyecta una imagen reducida del objeto deseado sobre una película fotográfica. Ésta contiene haluros de plata,
que son compuestos salinos que bajo la acción de la luz se descomponen formando pequeños gránulos de plata metálica negra. Al disparar la cámara, se abre el obturador, que deja pasar la luz durante una fracción de segundo. Se forma entonces una imagen inapreciable en la que ya existen algunos átomos de plata cuyo número aumenta al aumentar la luz. Al revelar la fotografía, se separan estas partículas de la plata y, tras un baño en una solución fijadora, se disuelven los haluros de plata no impresionados, formándose lo que se conoce como negativo, imagen invertida en la que los puntos claros aparecen como oscuros y viceversa. La imagen positiva, correcta, se obtiene mediante un procedimiento parecido: el negativo se coloca sobre un papel sensible a la luz y se impresiona. Tras un baño revelador, la imagen se fija y se oscurece.

En el caso de las fotografías en color, el procedimiento se basa en la descomposición en los tres colores fundamentales: rojo, verde y amarillo, usándose un solo negativo con tres capas superpuestas y sensibles a cada color fundamental.

Cuando se habla de Polaroid, normalmente se asocia este término con la famosa cámara que lleva su
nombre, pero el procedimiento fotográfico polaroid permitía obtener instantáneamente cualquier tipo de imágenes sobre superficies fotosensibles. Su principal ventaja reside en poder realizar imágenes en blanco y negro en pocos segundos; en menos de 60 en color.

Descubierto por Edwin H.Land en 1948, este proceso basa su funcionamiento en la utilización de una tira de película para el negativo y otra para el positivo, entre las que se encuentra el material para llevar a cabo el revelado y la fijación de imágenes. Sus enormes posibilidades no sólo se derivan de las puramente fotográficas, sino que, en la actualidad, ciencia y tecnología se benefician de su utilización en campos como la radiografía.

La aparición de las primeras imágenes en movimiento es fruto de las investigaciones del estadounidense Thomas Alva Edison (1847-1931) y del francés Louis Lumière (1864-1948). Hasta entonces, las únicas aproximaciones a la proyección de imágenes se basaban en la rueda animada, que permitía contemplar imágenes situadas sobre un disco que se hacía girar.

Fue Lumière, junto con su hermano, quien ideó en 1895 el primer cinematógrafo basado en el mecanismo de arrastre de la película, y con él filmó la primera película de la historia: Salida de los obreros de las fábricas Lumière.

La técnica cinematográfica moderna tradicional se ha basado en la obtención de un gran número de
negativos que, tras una fase de montaje, dan lugar a una cinta de celuloide muy larga y con miles de imágenes tomadas una tras otra. Cada movimiento captado por la cámara se descompone en muchísimas imágenes, pero nuestro ojo sólo las percibe de forma ininterrumpida, ya que no puede distinguir impresiones luminosas que se suceden rápidamente. La sucesión de imágenes es de 24 por segundo, lo que proporciona la sensación de continuidad, aunque los efectos de cámara lenta o rápida pueden conseguirse grabando más imágenes por segundo o grabando 24 imágenes en más de un segundo.

El registro de sonido puede ser efectuado en directo, durante el rodaje, o mediante el doblaje sincronizado. En cualquier caso, las grabaciones de sonido se hallan en el borde de la cinta y, por medio de células fotoeléctricas, se transforman en señales eléctricas que se transmitirán a los altavoces de la sala de proyección.

El proceso finaliza con la mezcla de imágenes, sonido, efectos especiales y posterior impresión del resultado en copias para su distribución.

Parece lógico pensar que si el sonido convertido en señales eléctricas fue posible grabarlo en una cinta magnética para después reproducirlo, una vez convertidas las imágenes en señales eléctricas, éstas podían ser registradas de forma parecida. Utilizando la misma filosofía que en el audio, que consiste en grabar la información longitudinalmente sobre la cinta, se hicieron algunas tentativas para grabar de esta forma señales de vídeo. Los inconvenientes surgieron por el enorme volumen de los equipos, debido a la anchura de la cinta y la altísima velocidad a la que tenía que desplazarse ésta, lo que implicaba que, para una grabación del orden de una hora, se necesitarían unos 150 km de cinta.

La grabación longitudinal dio paso a la transversal, que permitía longitudes de cinta menores. Más
adelante, ésta se sustituyó por la grabación helicoidal, utilizada después en todos los sistemas de grabación. Por otra parte, cuando la señal de televisión pasó de monocroma a policroma, se produjeron nuevas exigencias, basadas en la necesidad de grabación conjunta de las señales de luminancia y crominancia.

El fundamento de la grabación magnética es idéntido para señales de audio, vídeo o cualesquiera otras. La cabeza, tanto para reproducción como para grabación, es un soporte de aleación férrica formado por dos piezas polares entre las que existe un espacio llamado entrehierro, donde se coloca la cinta. Sobre las cabezas se arrollan unos bobinados por los que se inyecta o extrae la señal. Al grabar, a la bobina se le aplica la señal que se pretende registrar y, por ello, a través de dicha bobina circulará una corriente proporcional a la señal. Esto origina que se forme un campo magnético cuyas líneas se cierran exactamente en el entrehierro, donde se coloca la cinta virgen.

Al poner en contacto el entrehierro con la cinta –que posee un revestimiento magnético-, las líneas del campo magnético se cierran sobre la cinta y las partículas magnéticas –que contienen la información- se orientan según el valor del campo magnético. Como la cinta se desplaza respecto a la cabeza, en cada zona de la cinta queda registrada la información presente en la cabeza cuando se encontraba sobre ella.

En el proceso de reproducción, el fundamento es el mismo, sólo que en este caso es la orientación de las partículas sobre la cinta la que origina el campo magnético, que esta vez se cierra a través de la cabeza. Esta señal, una vez convertida en eléctrica, llega a nosotros a través del receptor de televisión.

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