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martes, 27 de enero de 2015

El Concilio Vaticano II – Un paso hacia la modernización de la Iglesia




En plena Guerra Fría y en el mismo año -1962- en que se produjo la crisis de los misiles de Cuba y en que Argelia obtuvo su independencia de Francia, el papa Juan XXIII inauguró solemnemente el Concilio ecuménico Vaticano II. En ese marco de inestabilidad política mundial, en el que la sociedad cristiana había evolucionado mucho más rápido que la Iglesia, el pontífice apostó por la reforma y la actualización eclesiásticas, propugnando la unidad de todas las ramas del cristianismo.

El año 1962 estuvo marcado por el cenit de la Guerra Fría. La sociedad mundial, al borde de la hecatombe nuclear, vivía momentos de globalización e interdependencia en un contexto de dualidad política. La vieja Europa, partida en dos, dividida entre capitalismo y comunismo, entre la OTAN y el Pacto de Varsovia, entre los Estados Unidos y la Unión Soviética… Sin embargo, la profunda transformación social, política y económica que aconteció durante el último medio siglo no había afectado, en absoluto, a la Iglesia Católica Romana, que seguía estancada en una concepción decimonónica de las relaciones entre Dios y la sociedad humana.

A mediados del siglo XX, entre convulsiones sociales y asombrosos progresos científicos, la Iglesia debía renovarse y replantearse el papel de los fieles en el mundo eclesial. Esta necesaria modernización pasó a la historia como el Aggiornamiento (“Puesta al día”).

La institución vaticana se hallaba muy jerarquizada y no cabía la desobediencia o el cuestionamiento de los dogmas, las opiniones y la jerarquía de las altas esferas piramidales de Roma. Mientras tanto, la sociedad laica tendía hacia la democratización de sus instituciones políticas. Por tanto, si la religión no secundaba dicha tendencia, no tendría cabida en el nuevo orden mundial. Además, la globalización del planeta también tuvo su reflejo en el Vaticano. La Iglesia estaba demasiado europeizada; en ella, predominaban los altos
cargos de origen italiano. A partir de este momento, la nueva orientación que marcó el futuro de la Iglesia fue el ecumenismo, que habría de dar acceso a todo prelado, sin límites geográficos ni raciales, a los sillones decisorios de la Iglesia vaticana.

Los preparativos para el Concilio comenzaron en mayo de 1959, aunque fue anunciado por Juan XXIIII (1958-1963), cuatro meses antes. El pontífice pidió sugerencias a todos los obispos católicos del mundo, a las facultades teológicas y a las universidades católicas de todo el mundo: Trece comisiones preparatorias, con más de mil miembros, fueron seleccionadas para revisar las versiones preliminares sobre un amplio abanico de temas. Se prepararon 677 documentos o “esquemas”, que posteriormente quedaron reducidos a 17.

A este vigésimo primer concilio ecuménico del cristianismo acudieron no sólo los casi 2.400 obispos y superiores de las órdenes religiosas masculinas, sino también representantes de las iglesias ortodoxas y protestantes, en calidad de observadores, y un nutrido grupo de oyentes laicos y, por
primera vez, representantes femeninas.

El 11 de octubre de 1962, Juan XXIII inauguró solemnemente el Concilio Vaticano II. En su discurso de apertura, el sumo pontífice señaló que el principal objetivo de aquel Concilio era la unión de todos los cristianos del mundo.

Desde el día de la inauguración hasta su clausura, pasaron casi tres años y dos meses. Durante este tiempo, como resumen y fruto de todas las reuniones y sesiones de trabajo, se publicaron 16 documentos, entre los que destacan los relativos a la revelación divina Dei Verbum-, el papel de la Iglesia –Lumen Gentium- y la nueva relación entre el mundo moderno y la Iglesia pastoral –Gaudium et Spes-.

El papa apostó firmemente por la puesta al día de la Iglesia y por el acercamiento al resto de los cristianos, así como a las demás religiones no cristianas. Para lograr estos fines, el Vaticano debía cambiar, en primer lugar, su organización interna y, a continuación, desarrollar una “diplomacia evangélica” acorde a la creciente globalización de los tiempos modernos. Una mención especial merece el rechazo público que hizo el Concilio de “todas las acciones de odio, persecuciones y demostraciones de antisemitismo llevadas a cabo en cualquier momento o a partir de cualquier fuente contra los judíos”.

Otra proposición conciliar fue el acercamiento y el diálogo con el mundo: para ello se sustituyó el latín por las lenguas vernáculas en la celebración de las misas y se proclamó que la Iglesia “compartía la alegría y la esperanza, el dolor y la angustia de la humanidad contemporánea, particularmente de los pobres y afligidos”.

La primera reacción en el seno de las altas esferas eclesiásticas ante el Concilio fue, en su mayor
parte, favorable. Pero, ante la rápida extensión de los aires renovadores, el sector más conservador –y más poderoso- de la Curia romana temió que las reformas fuesen demasiado radicales. Pronto surgieron grupos disidentes que desafiaron la autoridad del Concilio y la de los papas que posteriormente apoyaron y aplicaron las conclusiones del Concilio.

El líder más destacado de los católicos tradicionalistas fue el arzobispo francés jubilado Marcel Lefèbvre, quien fundó en 1970 el grupo internacional “Fraternidad Sacerdotal de Pío X”. Declaró que las reformas del Concilio “nacen de la herejía y terminan en ella”. Esta beligerancia provocó que, en 1976. Pablo VI (1963-1978) lo suspendiese en el ejercicio de sus funciones sacerdotales. Lefèbvre no sólo no obedeció, sino que ordenó sacerdotes que sirvieran a las iglesias tradicionalistas.

Más, pese a la dura oposición de esos sectores ultracatólicos, la renovación de la Iglesia se impuso a la inmutabilidad conservadora.

El significado del Concilio Vaticano II va estrechamente ligado a la aparición del papa Juan XXIII.
Angelo Giuseppe Roncalli (1881-1963) nació en el seno de una modesta familia campesina italiana. Se ordenó sacerdote en 1904. Enseñó en seminarios, se especializó en historia y fue capellán durante la Primera Guerra Mundial. Consagrado obispo en 1925, realizó una fructífera carrera diplomática. Accedió al cardenalato en 1953 como patriarca de Venecia. En 1958, tras la muerte de Pío XII, el cardenal Roncalli fue elegido sumo pontífice de la Iglesia Católica.

Su antecesor, Pío XII, fue un intelectual preocupado por los peligros de las ideologías de la época. A su muerte, los primeros años del pontificado de Juan XXIII estuvieron marcados por el continuismo. Ya consolidado en el papado, Juan XXIII desveló sus ideas progresistas e inició la renovación de la Iglesia con la convocatoria mundial del catolicismo. Pero no pudo ser testigo de la clausura del evento, ya que murió a finales de 1963, dos años antes de la sesión de clausura. En aquellos momentos, era papa Pablo VI, quien aprobó los propósitos de Juan XXIII y añadió, además, el
diálogo con el mundo moderno.

Desde aquel Concilio se viene reformando la Curia romana en el sentido de un mayor ecumenismo en detrimento de la preeminencia curial italiana. Se suprimieron los anatemas o excomuniones a escritores considerados como contrarios a la doctrina. Fue el caso del jesuita Pierre Teilhard de Chardin, quien se reafirmaba en la teoría de la evolución biológica del ser humano, frente a la concepción bíblica del origen del hombre y de la Tierra. Teilhard estuvo a punto de ser condenado, pero Juan XXIII se negó a firmar la condena.

La nueva concepción del papel que debían desempeñar obispos, sacerdotes, seminarios, misioneros… estaba basada en la de las primeras congregaciones. De éstas también deriva el abandono del latín, utilizado desde el bajo Imperio Romano, en beneficio de las lenguas propias de las distintas comunidades de fieles. Asimismo, el Concilio elaboró una política de acercamiento respetuoso y dialogante a las demás religiones, proclamando el derecho de todo hombre a la libertad religiosa.

Por último, la diplomacia vaticana se reafirmó en la independencia de la Iglesia respecto de los
partidos, los regímenes políticos y los bloques de poder. El Vaticano criticaba tanto al comunismo soviético como a la feroz economía de mercado estadounidense, y recibía en Roma tanto al presidente Kennedy como a Adjuvei, yerno de Kruschev. Pablo VI, además, de viajar a Tierra Santa, abrazó al primado ortodoxo Atenágoras.

Juan XIII sólo duró cinco años en el papado, pero ha pasado a la historia como el pontífice que logró que la Iglesia asumiese, en cierto grado, la cultura y la sociedad contemporáneas.

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domingo, 25 de enero de 2015

Frank O.Gehry – Arquitectura brotada del subconsciente


Frente a la aplastante tecnificación de nuestra época, Frank Gehry consigue sumergirnos en el mundo mágico e irracional del arte con una impactante arquitectura que parece brotar directamente del subconsciente.

No se sabe de dónde procede la idea. Su arquitectura recrea las estructuras de un mundo soñado o imaginado, que primero se hace realidad en la mente del artista para adquirir consistencia física a través de sus manos. De hecho, Frank Gehry es un arquitecto que frecuentemente trabaja con las manos: esboza frenéticos dibujos de líneas irreales y modela maquetas con diversos materiales, y así nacen las formas, pero éstas se transforman y se remodelan una y otra vez.

Las ideas pasan constantemente del papel a la maqueta y las maquetas se digitalizan para ser engullidas por complejos programas de ordenador. Las tecnologías más avanzadas se adaptan y se someten al método de trabajo de este arquitecto que concibe formas escultóricas, que explora los volúmenes y la geometría del edificio, huyendo de lo estático y de lo fijo para, por el contrario, transmitir emoción, fuerza, tensión, cambio y evolución. El movimiento se incorpora a la obra, deviniendo una arquitectura extraña y discutible, pero llena de fuerza, una arquitectura caótica en apariencia, pues convoca energías desbocadas que, finalmente, generan un nuevo orden. Sus edificios son enormes esculturas concebidas como obras artísticas personales e irrepetibles, ajenas al mundo de la producción en serie, que generan poderosos iconos que dotan de nueva identidad a los lugares y ciudades donde se emplazan.

La arquitectura de Frank Gehry sorprende siempre por su fuerte impacto visual y emocional. Los volúmenes colisionan y generan fuerzas energéticas que parecen fluir entre sus geometrías
ondulantes. Los materiales apelan directamente a nuestra sensibilidad con sus atrevidos colores y sus atractivas texturas, a la vez que sirven para encerrar espacios que se someten a sus funciones. Pero la funcionalidad del edificio hay que proponérsela al arquitecto y él nos devolverá una sorprendente forma inspirada en las más variadas sugestiones.

El arquitecto, en el proceso de creación, es artista y siente la soledad del papel en blanco. Pero las formas surgen y fluyen a través de la imaginación libre, y solo en un momento posterior se someten a las imperiosas leyes de la física. Del silencio creativo se llega al estruendo construido: una vez terminadas, sus obras son comentadas en todo el mundo y generan apasionados debates. Frank Gehry asume los riesgos de la constante innovación. Le molestan las reglas de la arquitectura porque él mismo crea las suyas, que equivalen, ni más ni menos, al deseo de trabajar sin restricciones.

La creación causa cierto terror inicial, pero una vez principiado el proceso, el caudal creativo no
puede parar. La inspiración procede de las más diversas fuentes. Objetos de uso cotidiano son magnificados en escala, como los gigantescos prismáticos que actúan como columnas flanqueando la puerta del Chiat-Day en Venice (California, 1975-91), o la recurrente forma de los peces, refulgentes con sus escamas, que se convierten en lámparas brillantes o, extrañamente ampliados, en una escultura monumental y urbana, como el “Pez Dorado” enfrentado al Mediterráneo en el Puerto Olímpico de Barcelona (1992). Otras veces son arcanas pinturas o mundos olvidados los que comparecen en el germen creativo. La forma resultante parece surgir de un rapto de inspiración, pero no es del todo así: son muchos los ensayos, vueltas y revueltas del proyecto hasta lograr una extraordinaria precisión en el desarrollo de la idea inicial.

La arquitectura de Gehry se mueve en las fronteras de la perplejidad y la paradoja. Se empeña en disolver los límites entre la escultura y la arquitectura, compone con objetos y materiales casuales que ensambla como un collage para hacer perder a la arquitectura sus valores tradicionales de permanencia y solidez; se asume así una nueva condición fragmentaria y aparentemente inestable, en constante cambio.

La propia personalidad de Gehry parece surgir de estas metamorfosis. De origen judío-polaco, Ephraim Goldberg nace en Toronto en 1929, y más adelante, por presiones de su ex mujer, cambia su nombre al de Frank Owen Gehry. Desde su Canadá natal, Frank O.Gehry se traslada a California, donde asiste a clases de cerámica y descubre con sorpresa la epifanía de la materia convertida en arte, para encaminarse a continuación hacia el estudio de la arquitectura. Se graduó en esta especialidad en la Universidad del Sur de California en 1954. Su despacho profesional se emplaza desde entonces en Los Ángeles, donde encuentra un círculo artístico e intelectual propicio para sus creaciones. De hecho, colaborará con artistas plásticos como Ron Davis, Claes Oldenburg o Richard Serra.

Algunas obras iniciales, modestas, experimentan con las
formas y materiales, como el Pajar O´Neill (1968) o sus diseños de muebles de cartón (1969). Gehry siente como artista y vive como artista: la mejor prueba de ello es su deseo de remodelar su propia casa en Santa Mónica (1977-78) y convertirla en la casa de un artista, pero de un modo sorprendente. La deja intacta pero construye otra a su alrededor, una nueva piel realizada por fases, como un collage, una estética feísta que evoca lo pobre a la vez que lo eleva de condición.

Del mismo modo realiza la casa-estudio del artista Ron Davis (1970-72) con espacios contrastados y laberínticos, como un viaje al subconsciente. Con estos principios abiertos y experimentales, Gehry diseña su serie de excéntricas casas californianas, todas ellas distintas y siempre sorprendentes, como la Spiller Residence (1979) y la Norton Residence (1984), ambas en Venice (California), o la Sirmai Peterson (1988) en Thousand Oaks. Ornamenta sus edificios para humanizarlos, hace expresivos a los materiales, materiales de desecho, como planchas onduladas, maderas laminadas o mallas metálicas, con el deseo de convertir la chatarra en belleza. Los materiales que utiliza bien podrían encontrarse en una fábrica. Es ésta una arquitectura táctil, sensibilizada con la fragilidad, el cambio y la provisionalidad del instante contemporáneo que, como dice el propio arquitecto, prefiere abrirse hacia nuevas posibilidades en lugar de empeñarse en crear algo permanente y definitivo.

Las creaciones de Frank Gehry no solo son únicas e irrepetibles por su resultado formal final, sino también por las relaciones especiales que establece con el cliente durante el proceso del proyecto. El Museo Vitra (1990) de Weil es Rhein, en Alemania, realizado para el fabricante de muebles suizo, se convierte en realidad en la principal atracción artística con sus expresivos movimientos curvos, pero en el extremo opuesto podríamos situar su Maggie´s Place (2002) en Dundee, Escocia, proyecto que realiza y dona en memoria de una amiga suya fallecida de cáncer, para que las personas que sufren esta enfermedad y sus familiares encuentren una atmósfera apacible para la curación y la reflexión.

Asimismo Gehry adopta y asume la personalidad de los lugares donde trabaja, pero no los replica ni continúa apaciblemente, sino que establece con ellos un intenso y a veces difícil diálogo, como en su famosa Casa Danzante de Praga (1992-95). Pero procos edificios de finales del siglo XX han
contribuido tanto a transformar no solo un lugar, sino incluso el carácter de una ciudad entera, como el Museo Guggenheim de Bilbao. Este edificio fue inaugurado en 1997, con el indisoluble maridaje a partir de entonces del edificio con la ciudad y viceversa. Las formas del Guggenheim son sensuales, musicales, deslizantes y se alejan de la arquitectura para reencontrarse con ella bajo el aspecto de una escultura onírica. Otro mundo, otros mundos se nos abren. La luz se desliza y rebota contra los refulgentes paneles de titanio. El edificio no es estático sino una estructura cambiante. El museo deja de ser un ámbito institucionalizado y se convierte en un lugar preparado para recibir lo inesperado, lo insólito, un lugar de experimentación artística, como experimentales son sus atrevidas formas, que quizás no están al servicio del arte porque ellas mismas desean ser el Arte. Bilbao ya nunca más podrá entenderse sin este coloso varado en la orilla de la ría del Nervión.

Algunos dirán que las creaciones de Gehry son iconos de una hipermodernidad fugitiva y transitoria, un producto más de consumo empeñado en la captura de una “firma” por encima de otros valores estrictamente arquitectónicos. Otros, por el contrario, verán en estas radiantes esculturas el signo del genio creador entregado con pasión a la vida y al arte. Pero no cabe duda de que Frank Gehry, con sus formas irrepetibles, ha logrado modificar la concepción de la arquitectura y ha convertido a ésta en centro del debate público mundial.

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¿Tendría un matrimonio de gemelos hijos idénticos?




Las parejas de gemelos idénticos suelen relacionarse con más frecuencia de lo que imaginamos, formando lo que se conoce como matrimonios “cuaternarios”. Afortunadamente para el resto de los mortales, el resultado no es un ejército de clones.

De hecho, la posibilidad de que los hijos de gemelos sean idénticos es de cero. La única forma de producir descendientes idénticos es tener un solo huevo fertilizado dividido en dos embriones idénticos en el útero. Pero como los hijos de los matrimonios cuaternarios se gestan en úteros diferentes, no pueden experimentar dicho proceso.

En su lugar, como con cualquier otro hijo de padres diferenciados, cada embrión recibe un surtido aleatorio de genes de padre y madre. Y aunque en un matrimonio cuaternario las parejas de papás y mamás son genéticamente idénticas, no hay posibilidades reales de que la selección genética –para características como el color de los ojos o la estatura- sea la misma para cada niño. Así que no hay más posibilidades de que tengan el mismo aspecto de las que habría en un par de hermanos normales y corrientes.

Todo esto suponiendo que los gemelos sean realmente idénticos en primera instancia. Con la edad, el 1% de su genoma está formado por pequeños grupos químicos, un proceso llamado metilación. Estos grupos no reescriben el código genético, pero sí afectan a la formación de proteínas por parte de los genes. Aunque los científicos aún no han observado la herencia de los modelos de metilación en seres humanos, sí lo han observado en ratones. Así que, cuando los gemelos tienen sus propios hijos, su modelo de ADN ya no es idéntico. En otras palabras, ni siquiera los gemelos idénticos lo son en realidad.

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sábado, 24 de enero de 2015

¿Tienen los elefantes una memoria infalible?



Masa informe sujeta por cuatro enormes patas, orejas desmesuradas, cola minúscula y extraña trompa que sirve de herramienta multiuso, este paquidermo no deja a nadie indiferente. Y desde hace mucho tiempo se ha ganado el corazón de los niños. Dibujos animados, comics y peluches dan testimonio del impacto que el elefante ha causado siempre en las generaciones infantiles Como si de este animal fuera de serie se desprendiera un poder y una sabiduría procedentes de tiempos remotos y de los que él fuera depositario.

La noción de su origen ancestral, ligada a vagas imágenes prehistóricas, ha consolidado probablemente la convicción popular que atribuye al elefante una memoria prodigiosa, incluso infalible. Pero había que demostrar una afirmación que acentúa todavía más el aspecto misterioso del paquidermo.

Un investigador alemán realizó metódicamente el siguiente experimento. Tras haber dibujado un cuadrado en una caja y un círculo en otra, empezó por enseñar a un elefante una cosa a priori muy sencilla: reconocer el cuadrado en la caja que contenía la comida. El aprendizaje no fue fácil porque, como saben todos los domadores, el elefante aprende muy lentamente. Sin embargo, en cuanto capta lo que se espera de él, la cosa se acelera y además el animal muestra una gran fiabilidad en la ejecución de su número.

El investigador alemán confirmó esta tendencia. Esta vez dibujó en las cajas varias marcas, pero el elefante reconoció rápidamente la marca de la comida. Hasta aquí, nada realmente excepcional: otros animales superan este experimento. Pero la demostración resultó interesante un año después. Entonces el investigador colocó al animal en las mismas condiciones y le presentó las famosas cajas, primero con un solo círculo y un solo cuadrado y después con más figuras. El elefante eligió siempre la caja buena, la que tenía la comida. Este experimento contribuyó mucho a reforzar la idea de la famosa memoria de elefante, expresión que por lo demás ha pasado al lenguaje diario para indicar a alguien que se acuerda de los menores detalles de una situación.

En marzo de 2001 se publicaron los resultados de otro experimento. Basándose en los trabajos de tres colegas keniatas, dos investigadoras de la universidad de Brighton en Sussex (Inglaterra) estudiaron durante siete años a una veintena de manadas de elefantes, todas ellas independientes, en una reserva nacional de Kenia. Emitieron grabaciones de llamadas de elefantes y llegaron a interesantes conclusiones: el animal que dirige el grupo (una hembra vieja) ignora las llamadas familiares, pero inmediatamente recoge a su alrededor y protege a las crías en cuanto oye una llamada extraña. Además, cuanto más vieja es la hembra dominante, más rápidamente reacciona y, sobre todo, correctamente.

En África, un grupo familiar típico se compone la mayoría de las veces de una hembra dominante vieja, rodeada de sus hijas y sus nietas. Los elefantes machos abandonan muy pronto la manada, para vivir solos o para unirse a un grupo de jóvenes machos.

Según las dos investigadoras, la hembra que dirige el grupo construye su memoria a lo largo de los
años. La madre dominante tiene así un papel clave como depositaria de una especie de conocimiento social del que dependen los demás miembros del grupo. Y, en función de esa cualidad de memoria, experiencia sensorial asimilada a través de los olores, el grupo manifiesta más o menos ansiedad.

Según este estudio, cuanto mejor reconoce a sus amigos la hembra dominante, más sereno vive y se reproduce el grupo. En otras palabras, la madre contribuye al bienestar del grupo y, más allá de esta organización muy jerarquizada, cada madre transmite a sus hijos los usos y costumbres del grupo hasta que ella misma adquiere las competencias de una matriarca responsable, capaz de expulsar de la comunidad a los importunos. Pero, ¿no hay en esta actitud algo más que instinto, mimetismo o imitación: una memoria prodigiosa?

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viernes, 23 de enero de 2015

¿Pueden los comprimidos de zinc curar de verdad el resfriado común?


Los científicos llevan años diciendo que no hay ninguna cura para el resfriado común; básicamente porque los virus responsables mutan con tanta rapidez que un fármaco desarrollado para una cepa se vuelve inútil en poco tiempo.

No obstante, existe una pequeña salvedad a esto: los “tubos” de la superficie de los virus del resfriado no son tan susceptibles a las mutaciones y también desempeñan un importante papel a la hora de atacar células sanas. Por tanto, los componentes que bloquean estas regiones pueden detener un resfriado en sus inicios; uno de ellos es el gluconato de zinc. Durante años, muchos equipos de investigación han mostrado que las pastillas de este principio activo pueden reducir significativamente la duración de los resfriados e incluso detenerlos del todo. Las pastillitas hace tiempo que las venden los farmacéuticos, y todo el mundo dice que funcionan bastante bien. Por supuesto, el problema de tales comentarios es que no hay manera de decir cuánto hubiera durado el resfriado de no tomarlas.

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¿Qué tamaño máximo puede alcanzar un planeta?




Resulta complicado establecer el significado de “tamaño máximo”. ¿Hace referencia al mayor diámetro o al volumen máximo?

Comencemos por el volumen. Los planetas más pesados alcanzan una treceava parte del volumen de Júpiter, el planeta más grande de nuestro sistema solar (la masa de Júpiter es aproximadamente 318 veces la de la Tierra). En una esfera mucho más grande que esta, el interior es denso y lo bastante caliente como para fusionar los núcleos de hidrógeno. Esto convierte al objeto en una enana marrón, que brilla mucho menos que una estrella pero emite un brillo extraño para ser un planeta.

Pero también se debe tener en cuenta la expansión física. Si un planeta pesa demasiado se contrae por su propio peso y mengua. Un planeta con una masa trece veces mayor que la de Júpiter acabaría teniendo un diámetro inferior a este.

Lo ideal sería el doble de la masa de Júpiter, en referencia al punto en que los planetas alcanzan su mayor diámetro antes de que la masa añadida comience a comprimirlos. Si un planeta de este tamaño estuviese formado principalmente por hidrógeno y helio (elementos ligeros que flotan alejados uno del otro) sería el más grande: alcanzaría los 171.600 km, aproximadamente un 20% mayor que Júpiter.

Sin embargo, algunos planetas parecen desafiar estas normas. Planetas que resultan misteriosamente “hinchados” y jóvenes planetas que superan el límite de diámetro debido a que el calor (procedente de su formación, en el caso de los planetas jóvenes) los expande. Cuando esos planetas comiencen a enfriarse encogerán hasta alcanzar un tamaño normal.

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martes, 20 de enero de 2015

¿Pueden los pulsos electromagnéticos destruir los aparatos electrónicos?




Depende de la fuente del pulso. Los pulsos electromagnéticos (PEM) suficientemente potentes como para preocuparnos proceden de dos fuentes: los emitidos por el Sol, y los generados por una bomba nuclear u otro dispositivo nuclear.

La primera fuente, especialmente las eyecciones de masa coronal, no presenta problemas. Pero una cantidad ingente de eyecciones podría dar al traste con la red eléctrica. Las líneas eléctricas transmiten la electricidad en corriente alterna, pero un pulso generado por una eyección podría introducir directamente la corriente en el sistema. Ello provocaría un recalentamiento de los transformadores, que funcionarían de forma defectuosa o se colapsarían. Pese a los numerosos dispositivos de seguridad incorporados a la red, los transformadores afectados podrían inutilizar grandes segmentos de la misma. La única forma de volver a ponerla en funcionamiento sería sustituir los componentes defectuosos. Pero, aunque las eyecciones han dejado fuera de combate a más de un satélite, nuestra atmósfera refleja gran parte de la energía, y la radiación que nos llega es demasiado difusa para destruir los aparatos electrónicos.

Un PEM generado por el hombre puede ser una amenaza más grave. Si uno de ellos se produce en el vecindario, hay un riesgo muy probable de que el pulso introduzca un voltaje extra en los componentes del circuito, quemándolos sin remedio.

El mejor modo de proteger tus aparatos electrónicos es almacenarlos en una jaula de Fraday: un cubo de metales interconectados, preferiblemente cobre y acero de 6 mm de espesor, que pueden actuar como un escudo electromagnético. Al igual que un pararrayos, el cobre atrae a la electricidad, mientras que el acero absorbe los pulsos magnéticos. Una jaula suficientemente grande para albergar todos tus dispositivos favoritos –el teléfono móvil, la televisión, el ordenador, etc.- puede costar unos 15.000 euros. Un pulso electromagnético también podría inutilizar la red eléctrica, así que quizá necesitarás una segunda jaula para proteger también el generador.

Por supuesto, si una bomba nuclear estalla en las cercanías, probablemente habrá cosas más importantes de que preocuparse.

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¿Se desgastan los imanes?


Los imanes para jugar a menudo vienen con la advertencia de que no se dejen caer ni se sometan a altas temperaturas si no queremos que pierdan su potencia magnética. Incluso si los tratamos con cuidado, a la larga y muy lentamente, los imanes pueden perder potencia.

Ello se debe a que los imanes deben sus propiedades a la existencia de números astronómicos de campos de un 1 mm de diámetro cada uno repletos de átomos, cuyos inquietos electrones están alineados. Este estado de suma ordenación es el origen del magnetismo y también de que los imanes sean vulnerables al calor o las caídas, que desalinearían los campos. Incluso si un imán se libra de sufrir dichas experiencias, finalmente acabará sucumbiendo a los efectos del calor ambiental y de los campos electromagnéticos, que también perjudican la alineación y van debilitando la fuerza magnética.

Afortunadamente se trata de un proceso muy lento: un imán actual de samario-cobalto tardaría unos setecientos años en perder la mitad de su potencia.

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lunes, 19 de enero de 2015

¿Cuántos movimientos se necesitan para resolver un Cubo de Rubik?


La mayoría de las personas necesitan horas para que cada lado del cubo de Rubik llegue a la perfección monocromática, pero un jugador omnisciente podría resolverlo desde cualquier posición con 20 movimientos o menos.

Un equipo de matemáticos, ingenieros y otros investigadores crearon un algoritmo informático que resolvió con éxito 43.252.003.274.489.856.000 posiciones posibles del cubo, y demostró finalmente que no había ninguna posición, por muy imposible que pareciera, que necesitara más de 20 movimientos para resolverlo.

El equipo pudo determinar esta cantidad (que apodaron el “Número de Dios”) dividiendo las posiciones posibles en conjuntos y reduciendo el número de conjuntos a partir de la simetría (se pueden resolver algunas posiciones porque son el reflejo contrario de otras). Con este método, redujeron el número de conjuntos que de verdad debían resolverse a unos más manejables 55.882.296. El programa que creó el equipo para resolver las posiciones necesitó unos 20 segundos por conjunto, y usando alrededor de 35 años de CPU de tiempo informático donado por Google, el equipo descifró el cubo de Rubik en pocas semanas.

La próxima vez que te quedes estancado, pídele ayuda a tu ordenador. Está claro que es vergonzoso, pero así te evitarás despegar y volver a pegar las pegatinas de colores.

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domingo, 18 de enero de 2015

El Banco de Inglaterra


El Banco de Inglaterra, que es el banco central del Reino Unido, se fundó en 1694 y tiene su sede en Threadneedle Street, en el corazón de la City de Londres, desde 1734. Desde 1797 lleva el apodo de “la anciana de Threadneedle Street”. Bajo tierra se encuentran las cámaras en las que se almacenan no sólo las reservas de oro del Reino Unido, sino también las riquezas de otros muchos países.

El oro es un metal peculiar. Aunque no se puede negar que es bonito y muy estable como elemento, hay que extraerlo de la tierra y está lejos de ser el metal más singular o útil del mundo.

Aún así, desde el principio de la civilización siempre ha sido adorado como símbolo de amor, belleza y riqueza. Pero, más importante aún, se ha convertido en la base de la mayoría de los sistemas económicos del mundo. Podríamos haber escogido el carbón, el café, salmones o cualquier otra cosa imaginable, pero es el oro el valor con el cual se miden prácticamente todas las divisas.

Gran Bretaña adoptó el patrón oro en 1844, mediante el cual el valor de la libra esterlina quedó unido a un peso fijo de este metal. Incluso después de que abandonara el patrón en 1931, el oro ha seguido siendo la apuesta más segura, y a medida que la crisis económica atenaza el mundo desde hace unos años, se ha convertido en una inversión incluso más atractiva. A fecha de hoy, el Gobierno británico tiene unas reservas de oro de unas 312 toneladas en el Banco de Inglaterra, lo que equivale a 23.000 lingotes de oro de 24 quilates. Hay también oro por valor de miles de millones de
libras esterlinas de otros países que no tienen en su territorio un lugar adecuado donde guardarlo, ya sea por espacio o por seguridad.

Cuando la institución se trasladó en 1734, sus nuevas instalaciones fueron las primeras del mundo en ser construidas específicamente para albergar un banco. A finales del siglo XVIII y a principios del XIX sir John Soane hizo varias ampliaciones al edificio, incluido un muro sin ventanas.

No obstante, los edificios de Soane fueron demolidos no sin polémica entre la Primera y Segunda Guerra Mundial, y sir Herbert Baker diseñó unas nuevas instalaciones con varios pisos de altura y, previsoramente, tres pisos bajo tierra. El edificio moderno cuenta con un muro de protección, no tiene ventanas en la planta baja y no conecta con ningún otro edificio.

Las cámaras acorazadas son enormes y cubren un área lo suficientemente grande como para
acomodar cuatro veces el campo del estadio de Wembley. Al estar la mayor parte de Londres, incluido el lugar donde se halla el banco, construido sobre arcilla, las cámaras no pueden soportar el peso de los lingotes colocados desde el suelo hasta el techo, con lo que siempre hay espacio libre sin utilizar en cada cámara. De hecho, rara vez se almacena el oro en pilas de más de cuatro lingotes, para evitar dañarlos. Las paredes son a prueba de bombas, y por esta razón, los empleados del banco usaron las cámaras como refugio antiaéreo durante la guerra.

Sin embargo, se cuenta que la seguridad del banco no siempre ha sido tan eficaz como debería. En 1836 se convocó a los miembros de la junta directiva del banco a medianoche, y al llegar se encontraron a un humilde empleado de las alcantarillas que les dijo que sin querer había encontrado un camino hasta las sagradas cámaras. Los banqueros, agradecidos por su honradez, le hicieron entrega de la espléndida suma de 800 libras esterlinas.

Hoy en día se accede a las cámaras a través de unas enormes puertas que se abren con unas llaves de casi un metro de largo (desde luego no se trata del tipo de objeto que uno pudiera guardarse distraídamente en el bolsillo). Mientras la llave se inserta en la cerradura, la persona tiene que proporcionar una contraseña a través de un micrófono.

La identidad del personal que trabaja en las cámaras es alto secreto, para eviar que sus familiares
puedan ser secuestrados y ellos chantajeados para conseguir accedr a ellsa. Por cierto, un empleado está encargado especialmente de quitar el polvo a los lingotes de vez en cuando). Es tal la seguridad del banco qu se ha convertido en sinónimo de la misma, hasta el punto de que cuando un inglés quiere poner énfasis en la seguridad de algo, afirma que es “tan seguro como el Banco de Inglaterra”.

Mientras todo ese oro está a buen recaudo en las cámaras, a los visitantes del museo del banco se les da la oportunidad de sostener uno de los lingotes. Pero cualquiera que desee poner sus manos en alguna otra cosa que contengan las cámaras debe saber que las probabilidades de éxito son escasas, y que más le valdría conformarse con ver la película de John Guillermin de 1960, “El robo al Banco de Inglaterra”.

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sábado, 17 de enero de 2015

¿Tienen valor comercial las cáscaras de cacahuete?


Aunque resulte difícil de creer, hay un mercado para estas cáscaras leñosas, aunque las que tiramos al suelo no son precisamente una mina de oro.

Hace dos o tres décadas, las cáscaras eran desechadas o quemadas. Pero la conciencia medioambiental y los costes de eliminación forzaron a las compañías a encontrar nuevos modos de deshacerse de las montañas de cáscaras, que ascienden a cientos de miles de toneladas

Normalmente, las cáscaras son trituradas y vendidas a granel para alimentar al ganado, o como suelos absorbentes para los corrales. Algunas firmas las trituran hasta convertirlas en polvo, mezclándolas con insecticida o vendiéndolas como relleno para ladrillos. Otras son enviadas a Europa como biomasa.

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¿Cuál es la manera más rápida de encontrar a alguien que se ha perdido?


El método obvio consiste en acordar de antemano un lugar al que acudir inmediatamente en caso de pérdida para explicar al personal encargado lo sucedido y para que lo anuncien.

Aun así, cualquiera con hijos (o perros) sabrá que hasta los mejores planes se tuercen, así que nunca está de más contar con un plan B. Personalmente recomiendo un método que data de la caza de submarinos de la Segunda Guerra Mundial. Ideado por el profesor Lyn Thomas, de la Universidad de Southampton, se basa en que, cuanto mayor es el tiempo de búsqueda, mayor es la posibilidad de éxito, pero también el riesgo de perder tiempo buscando a alguien que ya ha sido encontrado. El truco de los buscadores está en acordar un límite de tiempo inicial –pongamos quince minutos- durante el que buscarán a la persona antes de volver a juntarse para comparar sus notas. Si la búsqueda inicial es infructuosa, se inicia entonces una nueva búsqueda durante menos tiempo –por ejemplo, doce minutos-, y así sucesivamente. De este modo se optimiza el tiempo de búsqueda disponible y, según mi experiencia, funciona extremadamente bien, en especial si se ha escogido de manera adecuada el punto de encuentro.

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jueves, 15 de enero de 2015

La Base de Menwith Hill



La base de Menwith Hill pertenece al Ministerio de Defensa británico, pero ha sido cedida al Departamento de Defensa de Estados Unidos, que ahora es el responsable de su funcionamiento. Como parte de la red global de comunicaciones de defensa estadounidense, la misión de Menwith es ofrecer apoyo en asuntos de inteligencia a EEUU, Reino Unido y sus aliados. No obstante, algunos cuestionan el alcance de su poder.

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sábado, 10 de enero de 2015

Riqueza y Pobreza en el Imperio Romano (y 2)






(Viene de la entrada anterior)

Un trabajador pobre de la Roma del siglo I d C ganaba unos cuatrocientos sestercios al año; un maestro, unos novecientos sestercios por alumno al mes- unos 1.200 sestercios anuales si contaba con cincuenta alumnos. Por otra parte, un sirviente con experiencia podía contar con unos ingresos anuales de 200.000 sestercios aproximadamente.

¿Qué podían comprar los más pobres con su dinero? El precio del grano –tan esencial para aquellos que no tenían derecho a solicitar una ración gratuita- fluctuaba constantemente. Un modius, que correspondía a la cantidad necesaria para alimentar a un adulto durante ocho días, variaba desde un sestercio, en tiempos de abundancia, hasta veinte sestercios, en épocas de hambre.


Por otra parte, un modius de sal podía costar hasta 25 sestercios. La sal que se obtenía del agua de mar era una de las grandes ventajas con las que se contaba en Roma, que se utilizaba para conservar los alimentos, como condimento y para el tratamiento de las pieles. Los soldads recibían gratuitamente una determinada cantidad de sal, el llamado salarium, del que se ha derivado la palabra “salario”.

Durante los primeros años del Imperio, los huéspedes de una posada debían pagar un as por el pan y dos ases por los condimentos que lo acompañaban. El heno para la mula del viajero costaba otros dos ases, y por disfrutar de los favores de una chica del pueblo le cobraban ocho ases.

No obstante, los ricos gastaban muchísimo más que eso. Por ejemplo, por un melocotón se podían pagar hasta 30 sestercios. Lolia Paulina, la tercera mujer del emperador Calígula, se arregló para acudir a uno de los banquetes adornándose con joyas por valor de más de cuarenta millones de sestercios. A principios del siglo II d C, el precio de una finca, con una extensión mediana, quedaba fijado en cinco millones, para posteriormente venderla a un precio rebajado de tres millones de sestercios.

Con frecuencia, los pueblos que habitaban en las costas del Mediterráneo, y que se habían integrado al Imperio Romano durante su constante expansión, tenían culturas mucho más sofisticadas que las de sus conquistadores. En lo que respecta a la parte oriental, Roma tuvo la oportunidad de beneficiarse de una tradición muy desarrollada en la escultura y la arquitectura. Fueron artesanos griegos los que grabaron los frisos del Altar de la Paz, de Augusto; asimismo, el arquitecto del gran Foro de Trajano era originario de Damasco. Incluso en el occidente celta, los trabajadores de metales poseían al menos la misma habilidad que sus colegas romanos. Los artesanos del Imperio eran cosmopolitas; los más hábiles viajaban por todo el mundo y se establecían donde eran precisos sus servicios, como ocurrió en el caso de los sirios, que introdujeron el vidrio soplado en todo el Imperio Romano.

Algunas artesanías se fabricaban en determinadas regiones y sólo requerían de un trabajo semiartesanal. Los alfareros, los sastres y los trabajadores de metales cubrían las necesidades elementales de cada comunidad y elaboraban los productos en sus pequeños talleres.


Probablemente, la industria más importante era la del tejido, en la que se empleaba a un mayor número de personas. Para ser un profesional en este ramo se debía contar con una gran habilidad, tanto para limpiar la lana cruda, como para hilarla, tejerla y convertirla en un tejido acabado para, después, teñirlo. En Pompeya, por ejemplo, la mayor parte de la industria de la ciudad se encontraba en manos de los bataneros y tintoreros. Desde la Campania, los tejidos de lana se enviaban hacia el norte, a Roma.

Algunas ciudades se hicieron famosas por sus artesanías, que se distribuían y vendían por todo el Imperio. Aquileia, en la costa norte del Adriático, se beneficiaba de su privilegiada situación de puerto cercano a las minas de hierro de gran calidad de Noricum, y también por encontrarse al final de la Ruta del Ámbar, además de ser el mayor centro comercial de objetos de plata y vidrio.

Las ocupaciones más vergonzosas, es decir, aquellas que servían para satisfacer los placeres sensuales, eran las que desempeñaban los carniceros, los vendedores de pescado, los cocineros, los criadores de aves y los pescadores. Cicerón reflejaba en sus escritos el desdén de la clase alta por aquellos que tenían que trabajar con sus propias manos. No obstante, cada ciudad poseía su propio proveedor de pan, carne y vestidos, que, muchas veces, era un liberto, el cual tras alquilar un local, empleaba a su vez a sus propios esclavos para que realizaran el trabajo manual. Otros negociaban con madera para fabricar muebles o distribuían una amplia gama de cerámica, incluso entre los hogares más pobres. Muchos de ellos murieron habiendo amasado buenas fortunas, y se construían a sí mismos grandes tumbas de piedra, tanto para ellos como para sus familiares, en las que grababan su principal actividad comercial.

Los artículos producidos en el Imperio procedían de centros de producción relativamente pequeños, de escasa tecnología. La gran mayoría de ciudadanos era tan pobre que no había mercado que pudiera apoyar una amplia industria manufacturera. Éste es uno de los hechos más destacables de la historia romana: su escasa capacidad para desarrollar métodos más eficaces de producción de bienes de consumo. Cuando la demanda crecía, se instalaban más talleres, idénticos a los modelos ya existentes, en lugar de intentar desarrollar nuevos métodos de producción.

La inversión en la adquisición de tierras seguía siendo muy significativa en tiempos del Imperio.
Todos los que labraban sus tierras con constante dedicación, obtenían buenos rendimientos y una excelente posición social, mejor considerados que cualquier otro tipo de riquezas. El emperador era el terrateniente más importante de todo el Imperio. Sus propiedades iban en constante aumento gracias a las tierras heredadas de benefactores o confiscadas a los enemigos políticos.

A finales del siglo II d.C. el emperador tenía propiedades en casi todas las provincias; en algunos casos llegaron a ocupar hasta un 20% de la superficie total. Estas tierras eran cada vez más consideradas como un recurso del Imperio que como propiedad particular y única del emperador. Durante el siglo III d.C., Septimio Severo distribuyó gratuitamente, entre los romanos, aceite procedente de las provincias, sobre todo de la Bética y del norte de África.

Nadie podía competir con el emperador en cuanto a la posesión de tierras, aunque algunos hombres llegaron a ser sumamente ricos y dueños de extensas fincas, en diferentes provincias. Trajano llegó a emitir un mandato para los senadores de las provincias en el que les obligaba a invertir una tercera parte de su fortuna en la adquisición de tierras itálicas. Habitualmente, el resto lo podían invertir en su provincia natal. Comúnmente, un terrateniente rico, dueño de varias extensiones de tierra en una determinada región, seguía la política de unirlas paulatinamente mediante herencia, matrimonio o compra.

En Italia, hasta las propiedades más extensas se administraban como si fueran granjas pequeñas. Ello
estaba en claro contraste con el latifundio, sumamente habitual durante los tiempos de la República, mediante el cual enormes fincas se trabajaban y administraban como una única entidad. Varias de esas unidades o granjas se alquilaban a arrendatarios, quienes pagaban una renta al propietario. Otras fincas eran atendidas por equipos de esclavos o labradores libres, que trabajaban bajo la vigilancia de un administrador.

Los romanos, a pesar de su experiencia en ingeniería civil, no mostraron nunca un gran interés por la innovación. Seguían usando las tradicionales ruedas de molino movidas por tracción animal, en lugar de emplear los molinos accionados por agua. Desde el punto de vista tecnológico, los romanos tenían la tendencia de copiar lo que necesitaban. El arco y la bóveda tienen su origen en Mesopotamia, y el hormigón es un invento de los etruscos.

La técnica de soplar vidrio, un invento de los fenicios, se introdujo en Roma durante el siglo I de. C; en la empresa comercial más grande del Imperio, las minas en Hispania, se trabajaban con el sistema de bombeo por husillo, copiado de los egipcios. El emperador Vespasiano se negaba rotundamente a emplear una nueva herramienta para la construcción, argumentando que aquélla les quitaría el trabajo a los obreros.

La tecnología continuaba siendo tan primitiva en el cultivo de las tierras como en el resto de los ámbitos, de hecho, los romanos nunca fueron capaces de desarrollar un arnés para los caballos ni un molino de viento. Uno de los pocos inventos romanos fue la máquina segadora, tirada por bueyes, que cortaba el cereal a mitad del tallo mediante unos dientes de hierro. Probablemente, la razón principal por la que se creó este invento fue la necesidad de cosechar el grano en el norte de la Galia, antes del inicio del invierno.

Con equipos tan sumamente primitivos, la forma más práctica para atender los campos era empleando
un solo equipo de labradores que podía llegar fácilmente a cualquier punto de la finca. La granja itálica ideal del siglo I de. C., según consideraba y exponía Columela, escritor especializado en agricultura, debía tener una extensión de 60 a 100 hectáreas, una dimensión idónea que permitía combinar ambos tipos de agricultura, la tierra de pastoreo y la de cultivo, para cosechar trigo, olivas y uvas; debía contar con un monte bajo para maderas, leñas y pastos, y estar situada cerca de una carretera o bien, poseer un buen acceso al mar.

El trabajo más productivo era el que realizaban los esclavos bajo la vigilancia de su propietario. Muchas veces, también los arrendatarios eran aconsejables, ya que llevaban a cabo un trabajo duro y concienzudo. Pero la peor opción de todas, según Columela, era la de emplear un supervisor para los esclavos; no obstante, cuando resultaba inevitable emplear uno, lo mejor era proporcionarle una compañera femenina para mantenerlo a raya y para ayudarle en la realización de todos los quehaceres.

Las prácticas variaban mucho a lo largo de todo el Imperio. En algunas zonas se trabajaba empleando
los mismos métodos de tiempos prerromanos. La región de Asia Menor seguía dedicada a la producción de lana, como lo había hecho desde antes de su incorporación al Imperio. En otras regiones, ciertas demandas del mercado animaban a probar nuevos cultivos, como, por ejemplo, la vid en la Galia y los olivos en Hispania y el norte de África. Los principales productos del Imperio eran el grano, la lana, el aceite de oliva y el vino; por su parte, Britania producía guisantes, coles, nabos y mostaza; y Siria, higos, dátiles y ciruelas.

Casi un 90% de la población se dedicaba a la agricultura, bien para su propio provecho o para algún terrateniente. El Imperio dependía de su labor debido a la magnitud de los impuestos, que se pagaban cada vez más en especie que en dinero. No obstante, se sabe muy poco de estos pequeños granjeros, ya que no existen registros con informes sobre sus actividades, y su trabajo casi no dejó huella en el suelo. No obstante, es de suponer que, debido a las condiciones estables del Imperio antes del siglo III d.C., numerosos habitantes llegarían a prosperar de forma modesta.

El tipo de construcción más frecuente en el campo romano eran las villas, que podían ser residencias de muy diferente estilo. En algunos casos eran sumamente lujosas, sobre todo cuando se trataba de casas de campo en la costa, a las que se retiraban los propietarios para descansar: la bahía de Nápoles era especialmente popular entre los ricos. Con la expansión de la influencia y la prosperidad romanas hacia las provincias occidentales, también se adoptó la villa como uno de los símbolos principales de la vida romana. Sin embargo, la casa de labranza era la vivienda más común en todo el Imperio.

Normalmente, se construía la casa de labranza en una parte del terreno, donde permanecía durante
varios años; el crecimiento de aquélla reflejaba la prosperidad del granjero. El año en el que tenía suerte con sus cosechas, podía añadir más habitáculos para separar la vivienda de la de sus animales y de la de sus labradores, hasta que pudiera disponer de un hogar familiar individual, al que poco a poco se añadían otras mejoras.

Un momento importante en la posición cada vez más elevad de un propietario era cuando se contruía la fachada de la villa con vistas en dirección contraria a la de la zona de trabajo. En el límite más elevado de la escala se encotnraban aquellas villas construidas alrededor de un patio interior y adornadas con mosaicos y muros de yeso pintados. No obstane, no se permitía que ningún tipo de decoración separase estas casas de labranza de las tierras, ni de los lugares donde se hallaba el mercado para el excedente de sus productos.

Los terratenientes más importantes eran extremadamente ricos. El salario diario de un labrador ascendía a cuatro sestercios, lo suficiente, en condiciones normales, para comprar el grano necesario para que una familia de cuatro miembros tuviera bastante para tres días. Para tener la posibilidad de optar a la elección como senador, pináculo de la pirámide social, se precisaba disponer de un capital mínimo de un millón de sestercios, aunque numerosos senadores lo excedían con creces. Se estimaba que Plinio tenía una fortuna de veinte millones de sestercios y el filósofo Séneca más de trescientos millones. Normalmente, la inversión en el campo, con una administración bien llevada, resultaba relativamente segura, aunque un almirante de Augusto registró el récord de pérdidas, que ascendieron a cien millones de sestercios, al seleccionar un cultivo equivocado para sus fincas.

Los hombres con tales fortunas no se veían en la necesidad de estar pendientes de incrementar sus
riquezas. En público, los potentados siempre se expresaban con un cierto desprecio cuando hacían referencia a los comerciantes, aunque, a nivel privado, muchos de ellos participaban en transacciones comerciales, usando agentes o libertos para efectuar sus inversiones. La clave para obtener la anhelada promoción social residía en alcanzar el éxito en la vida pública, ostentar algún cargo importante en la administración o en el ejército, lo que era siempre posible a los senadores ambiciosos. También existía la posibilidad de aumentar el prestigio mediante la financiación de juegos, la construcción de un templo, una casa de baños o algún otro edificio público en su localidad.

Durante el siglo I d.C., los senadores no eran los únicos que poseían enormes riquezas; se había creado una nueva clase de hombres adinerados como resultado de las oportunidades que ofrecía el servicio imperial y el comercio. Narciso, un esclavo liberado, secretario de Claudio, reunió más de cuatrocientos millones de sestercios a base de pagos de favores y venta de oficios y empleos. El escritor Petronio satiriza la extravagante vulgaridad de estos nuevos ricos.

Pocos hombres, aparte de la aristocracia, lograron acumular riquezas inmensas, pero muchos de ellos apoyaban económicamente a una pequeña clase de artesanos, que incluía a los escultores, los talladores de marfil y los joyeros. Debajo de ellos, en la escala social, figuraban los comerciantes más básicos, como los panaderos o los sastres, trabajadores medianamente hábiles y,
muchos de ellos, esclavos. Durante la época de gran estabilidad del Imperio Romano, y debido al ávido consumo de las clases adineradas, también ellos prosperaron de forma modesta.

Los artesanos constituían una clase que predominaba en las ciudades, pero en el campo se hallaba la gran masa de labradores, que, en su mayor parte, dependían de los trabajos ocasionales. Un labrador necesitaba ganar unos cuatrocientos sestercios al año para poder subsistir. Sin trabajo fijo y probablemente sin poder optar a un terreno, la supervivencia se convirtió para ellos en una lucha constante.

Para conseguir trabajo, los hombres libres, pero pobres, tanto en la ciudad como en el campo, tenían que competir con los esclavos. Aunque a partir del siglo I d.C. la cantidad de esclavos nuevos fue cada vez menor debido a la disminución de las conquistas romanas, los esclavos seguían siendo
elementos fundamentales de la economía romana. En muchos ámbitos, como el trabajo en la casa, en las minas y en las granjas, ellos ocupaban la mayor parte de los puestos. Eran considerados propiedad del dueño, quien los había comprado, vendido o legado, y dependían enteramente de sus caprichos. También se podían alquilar durante un periodo establecido y, con frecuencia, debían desempeñar el trabajo de su dueño y el de su propietario temporal.

Un importante factor comercial referente a los esclavos era el valor de éstos en el mercado libre: entre dos mil y ocho mil sestercios. Las peores condiciones eran las del trabajo en el campo: los dueños se ausentaban y se preocupaban poco de sus fincas, mientras les dieran beneficios. El peor destino de todos eran las minas de Hispania, que contaban con una fuerza de trabajo de cuarenta mil hombres. Debido al elevado margen de ganancias, el valor de los esclavos era menor. Normalmente, las condiciones de vida en las casas particulares eran mejores que las del campo y de las minas.

Durante el siglo III d.C. la seguridad interna del Imperio, establecida por el gobierno de Augusto, se vio afectada por las invasiones de las tribus germanas, en el norte, y por las de los persas, en el este. Los invasores obstaculizaban las rutas comerciales y los grandes mercados. Financiar a las tropas para la defensa implicaba el pago de más impuestos y la consecuente inflación. Además, el Imperio,
ya debilitado por las diversas guerras civiles, era más vulnerable a los ataques.

El camino hacia un total colapso económico se consiguió frenar hacia finales del siglo III d.C., cuando Diocleciano restauró el orden. La economía local había permanecido intacta, gracias a lo cual ésta pudo reanimarse con el retorno de la estabilidad. Pero Diocleciano no pudo prevenir la inflación: a pesar de sus intentos de introducir una nueva moneda y de controlar los costos en todo el Imperio, los precios continuaron subiendo hasta que a principios del siglo IV d C, y bajo el gobierno de Constantino, se consiguió una estabilidad económica más duradera.

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