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sábado, 24 de enero de 2015

¿Tienen los elefantes una memoria infalible?



Masa informe sujeta por cuatro enormes patas, orejas desmesuradas, cola minúscula y extraña trompa que sirve de herramienta multiuso, este paquidermo no deja a nadie indiferente. Y desde hace mucho tiempo se ha ganado el corazón de los niños. Dibujos animados, comics y peluches dan testimonio del impacto que el elefante ha causado siempre en las generaciones infantiles Como si de este animal fuera de serie se desprendiera un poder y una sabiduría procedentes de tiempos remotos y de los que él fuera depositario.

La noción de su origen ancestral, ligada a vagas imágenes prehistóricas, ha consolidado probablemente la convicción popular que atribuye al elefante una memoria prodigiosa, incluso infalible. Pero había que demostrar una afirmación que acentúa todavía más el aspecto misterioso del paquidermo.

Un investigador alemán realizó metódicamente el siguiente experimento. Tras haber dibujado un cuadrado en una caja y un círculo en otra, empezó por enseñar a un elefante una cosa a priori muy sencilla: reconocer el cuadrado en la caja que contenía la comida. El aprendizaje no fue fácil porque, como saben todos los domadores, el elefante aprende muy lentamente. Sin embargo, en cuanto capta lo que se espera de él, la cosa se acelera y además el animal muestra una gran fiabilidad en la ejecución de su número.

El investigador alemán confirmó esta tendencia. Esta vez dibujó en las cajas varias marcas, pero el elefante reconoció rápidamente la marca de la comida. Hasta aquí, nada realmente excepcional: otros animales superan este experimento. Pero la demostración resultó interesante un año después. Entonces el investigador colocó al animal en las mismas condiciones y le presentó las famosas cajas, primero con un solo círculo y un solo cuadrado y después con más figuras. El elefante eligió siempre la caja buena, la que tenía la comida. Este experimento contribuyó mucho a reforzar la idea de la famosa memoria de elefante, expresión que por lo demás ha pasado al lenguaje diario para indicar a alguien que se acuerda de los menores detalles de una situación.

En marzo de 2001 se publicaron los resultados de otro experimento. Basándose en los trabajos de tres colegas keniatas, dos investigadoras de la universidad de Brighton en Sussex (Inglaterra) estudiaron durante siete años a una veintena de manadas de elefantes, todas ellas independientes, en una reserva nacional de Kenia. Emitieron grabaciones de llamadas de elefantes y llegaron a interesantes conclusiones: el animal que dirige el grupo (una hembra vieja) ignora las llamadas familiares, pero inmediatamente recoge a su alrededor y protege a las crías en cuanto oye una llamada extraña. Además, cuanto más vieja es la hembra dominante, más rápidamente reacciona y, sobre todo, correctamente.

En África, un grupo familiar típico se compone la mayoría de las veces de una hembra dominante vieja, rodeada de sus hijas y sus nietas. Los elefantes machos abandonan muy pronto la manada, para vivir solos o para unirse a un grupo de jóvenes machos.

Según las dos investigadoras, la hembra que dirige el grupo construye su memoria a lo largo de los
años. La madre dominante tiene así un papel clave como depositaria de una especie de conocimiento social del que dependen los demás miembros del grupo. Y, en función de esa cualidad de memoria, experiencia sensorial asimilada a través de los olores, el grupo manifiesta más o menos ansiedad.

Según este estudio, cuanto mejor reconoce a sus amigos la hembra dominante, más sereno vive y se reproduce el grupo. En otras palabras, la madre contribuye al bienestar del grupo y, más allá de esta organización muy jerarquizada, cada madre transmite a sus hijos los usos y costumbres del grupo hasta que ella misma adquiere las competencias de una matriarca responsable, capaz de expulsar de la comunidad a los importunos. Pero, ¿no hay en esta actitud algo más que instinto, mimetismo o imitación: una memoria prodigiosa?

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