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domingo, 24 de mayo de 2015

OSCAR NIEMEYER – Del trazo a la arquitectura


“De un trazo nace la arquitectura…” Un trazo guiado con naturalidad y aparente sencillez por el maestro es capaz de crear un universo de formas ondulantes y sinuosas que transformarán el hormigón en un material dúctil, fácilmente adaptable a sus pensamientos y emociones. Oscar Niemeyer supo transformar la dureza de líneas de la arquitectura moderna en curvas libres y sensuales que evocan ritmos y balanceos cálidos y acariciadores. Por eso su arquitectura está cargada de vida y de energía y serpentea libremente por los caminos de la intuición creadora, por las formas libres y orgánicas ajenas a cualquier dogma. Él afirmó en varias ocasiones que la arquitectura no es lo más importante, sino que “lo importante es la vida, la gente; abrazar a otros, vivir en paz”. Quizás sea por eso por lo que su arquitectura, que nos abraza y nos acoge, precisamente resulte tan importante y trascendente.

Oscar Ribeiro de Almeida de Niemeyer Soares nació en Río de Janeiro el 15 de diciembre de 1907. Las casi ocho décadas que dedicó con pasión e imparable intensidad a la arquitectura y a la vida lo convierte en testigo y protagonista de la evolución de un siglo, el XX, que recorre y supera y proyecta al futuro con una vida intensa y de fuerte compromiso político, social y cultural.

Su personalidad permanecerá siempre ligada a una ciudad, Brasilia, destinada a ser una de las míticas urbes contemporáneas. La realización de Brasilia resulta del encuentro y amistad con el presidente brasileño Juscelino Kubitschek, que le había encargado previamente la realización del conjunto recreativo del lago de Pampulha, y que decidió trasladar el centro del poder de Brasil desde Río de Janeiro hacia el interior del país. Durante más de mil días de intenso trabajo, unos 60.000 trabajadores, los
llamados “pioneros” o “candangos”, fueron guiados por Lucio Costa y Oscar Niemeyer para construir una ciudad desde la nada. Allí se realizó una ingente obra moderna y llamativa, pero indiscutiblemente brasileña, que ha marcado un hito en la arquitectura contemporánea. El 21 de abril de 1960 se inauguraba este milagro de hormigón surgido “en el fin del mundo”, como dijo el propio Niemeyer.

Un cierto aire de soledad metafísica y de monumentalidad atemporal emana de los volúmenes levantados por Niemeyer en Brasilia,
tanto de los rectos y prismáticos edificios residenciales y los palacios administrativos, como de los alabeados y expresionistas de edificios simbólicos, como la Catedral Metropolitana. La extensión e inquietantemente vacía explanada de los Ministerios aparece surcada en vertical por los rígidos bloques prismáticos del Congreso Nacional, poéticamente enredados entre nubes barrocas. Pero las curvas vencen en las inmensas cúpulas blancas del Congreso y se repiten en los ritmos serpenteantes de sus rampas, como la escalera curva del Palacio de Itamaraty.

La ejecución del Centro Cívico de Brasilia convierte a Oscar Niemeyer en un experto en la realización de impresionantes museos y centros de arte que contribuyen poderosamente a reactivar el lugar donde se emplazan. Así, Niemeyer posiblemente contribuirá decisivamente a conjurar los fantasmas de la reconversión industrial en la ciudad asturiana de Avilés con el reciente Centro Cultural Internacional que llevara su nombre, cuyos planos generosamente regaló al Principado de Asturias.

Niemeyer, de abrumadora vitalidad, fue uno de los arquitectos más prolíficos del mundo, con
más de mil proyectos diseñados para Brasil y otros países europeos, americanos, africanos… Su legado es inmenso en cantidad y calidad. La Casa de las Canoas en Río, la iglesia de San Francisco de Asís en Pampulha, la sede del partido comunista en Francia, el Volcán en Le Havre, el Museo y el Teatro de Niterói, en Brasilia, el Museo de Curitiba, el Memorial de Latinoamérica en Sao Paulo, son solo algunos de los hitos de este arquitecto que se asomaba a su terraza en Río de Janeiro no solo para soñar con el horizonte azulado del océano, sino también para recrearse con la belleza sensual de las mujeres que concurren a la playa de Ipanema.

Pero todo este copioso caudal creativo, todos los méritos y premios recibidos son pasmosamente sintetizados cuando el mismo maestro afirmaba de sí mismo con proverbial sencillez: “Yo busco dar emoción, una emoción para todos. Mi arquitectura es fácil de entender. Y de disfrutar. Confío en que también sea difícil de olvidar”.

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